Jesús Aguado y su generación. Pensilavania, octubre de 2006. Foto JAC
En un libro de relatos de Jesús Aguado que leo en sueños encuentro uno —«Cuento, este sí, para los verdaderos destinatarios de los cuentos»— donde me conmueve una frase que llena de fulgor mi duermevela: «El alcohol de los colores que no sabe a borrachera». Nada más despertar pienso: escribiré una pastilla de texto con esta frase. Pero el recuerdo del sueño me lo impide, en él la había escrito Jesús Aguado. Zafer Şenocak, turcoalmán de 1961, escribe: «Sólo puedo escribir una historia si sé que la historia me pertenece solamente a mí». Exactamente: el delirio platónico de nuestra generación.