Flautín renacentista, pícaro, brinca entre abanicos que repican y aspas que zumban. Lo miran los fieles hieráticos, pero la música no se ve. La ve sólo el niño que ha entrado con una salamanquesa recién nacida que acaba de capturar con un bote que guarda en el bolsillo. Deja que asome lo justo para contemplar su piel transparente, de ángel. La ve la niña que molesta a los ensimismados porque los mira y pregunta en voz alta. Flauta barroca, Bach, Telemann, alfombras tendidas para pies calzados. No se ve la música, pero miran cómo forma volutas que no se deslizan.