La necesidad de un contrapunto en el presente apareció cuando la historia del pasado empezó a ser escrita. Se impuso como una exigencia del argumento: la creación de dos tramas que se cruzaran en diferentes planos: argumental, estilístico, formal y estructural. Quizá sea una necesidad de la novela contemporánea: su fragmentación esencial astilla las decisiones que vertebran la narración —punto de vista, marco espaciotemporal, acción... imposibles de mantener con validez durante todo el argumento— de modo que sólo es posible ir construyendo el amparo narrativo de la historia pedazo a pedazo, sin importar cómo hayan sido contados los fragmentos contiguos.