Está bien la propuesta de reflexionar sobre el silencio. Pero me parece contradictorio que se excluya la memoria del debate. El silencio es la memoria. Recuerdo los días que pasamos en aquel hostal solitario junto al Atlántico. Uno se sentaba en el murete y miraba el mar y su mirada adentraba aquella grandiosidad en silencio; pero el silencio no era más que una actividad intelectual —como la de la memoria— porque allí reinaba un estruendo casi ensordecedor. El mar es uno de los artefactos más ruidosos de la naturaleza. El silencio es nuestra manera de absorberlo, adentrándolo concienzudamente alterado, idealizado.