viernes, 11 de julio de 2008

Bucintoro



Sedentario sin que quede otro remedio, tampoco sé soñar con el viajero que no he sido nunca. Como quien sube a un tranvía, atiende a su osco idioma de herrajes en movimiento y cree comprenderlo, así he descubierto el placer del nómada al entrar por segunda vez en el hotel donde estuve alojado hace quince años. Lejos del hastío de lo repetido y nada que ver con la incomprensión de lo desconocido, los espacios vagamente familiares reconfortan durante el desplazamiento. El hecho de saber por dónde baja la escalera proporciona una sensación placentera. Aunque haya cambiado la decoración, no importa.