jueves, 5 de junio de 2008

Yo

¿Quién, yo? Tan diferente sería decir eu, io, I, pero el idioma ha tomado la opción consonántica; ese aire mayestático: yo-el-rey. Y uno no se libera así como así de la monarquía de uno mismo que la lengua ha instaurado en él. Aunque prefiera las vocales en sueños complacientes, lo que de verdad emerge cuando hablo es ese yo áspero, rocoso, enfático. Su corona esconde. Su corona da por hecho. En su corona, ¿qué escondo? Me gusta que crean que también mi yo impone la evidencia poco evidente, lo firme sin firmeza; sin embargo, tal vez oculte que nada oculta.