«¡Si eso está en la dirección opuesta!» —exclamé cuando me dijo que se dirigía hacia la región de los Grandes Ríos, y para mis adentros añadí: «¡Pobre estúpido, por este camino no va a llegar nunca a su aldea!» «¿Quién te ha contado que quien camina sigue una dirección? Contempla aquella flor de loto minúscula —y el viejo señaló hacia un charco que había un poco más allá, bajo un tilo, junto a la senda—, vivirá mientras los carreteros mantengan la costumbre de vaciar una garrafa para que se refresquen los animales antes de tumbarse a sestear. Como yo.»