lunes, 18 de febrero de 2008

Luz de la tarde



Repaso las páginas escritas con cierto alborozo. Nunca antes había sido capaz de pronunciar el nombre de Shā Yú, tantos años guardado en líquido biliar. Sé que puedo hablar de él finalmente sin rencor. No sé si ahora, en este momento, hoy. En el curso de la narración, que ha de llegar hasta esta herida en la frente y hasta este vertedero, habré de pasar por su recuerdo como he evocado el de Kông Què, cuyos cerezos secos me proporcionan amparo. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que empecé a escribir? El sol parece haberse contagiado del cansancio de mi brazo.