JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS

miércoles, 30 de mayo de 2012

Landas


Cuando levanté la cabeza para seguir el vuelo apresurado del vencejo, mis ojos tropezaron con el gesto resentido de la nube. ¿No me reconoces? —como si al preguntarme adivinara la respuesta. No sé nada sobre vuestra manera de caminar. Cuando miro al cielo ya veo llegar otras, y sin embargo no os he visto partir. ¿Cómo voy a reconoceros, nubes? ¿Por qué me tratas en plural? —mi afabilidad solo conseguía aumentar su malhumor— ¿Acaso te llamo yo a ti ser humano en lugar de pronunciar tu nombre? Qué metedura de pata, pensé. Nube, déjame ir contigo. No debería —masculló. Anda.

lunes, 28 de mayo de 2012

Guadaíra


De niño quería ser como tú, río. Primero porque eras muy divertido. Tenías una playita pasado el puente donde el verano se remansaba. Segundo porque eras oscuro. El único dios que temían de verdad los mayores. Y tercero porque te estudiábamos en la escuela y tu cauce era como un viaje. Nacías en las montañas y morías en el mar. Anduve creyéndome que tu biografía era una aventura media vida, mientras mis aguas corrían a la par que tus arroyos. Ahora querría ser como tú, Guadaíra, que al mismo tiempo naces, mueres y estás en todas las ciudades y aldeas.

viernes, 25 de mayo de 2012

de


El novelista se encuentra con sus lectoras (y algún lector). La tarde es calurosa. Después de este ratito que pasan juntos, empieza el verano. En verano las ventanas se quedan abiertas durante la noche y a veces entra una brisa que refresca el sudor perlado en los cuerpos. Es cuando aprevechan para regresan los personajes de las novelas a la mente, y se les regaña por no haber sabido defender lo suyo. O se les espanta con un golpe de abanico, por molestos. En verano las novelas se deshacen como el helado en la mano del niño demasiado, demasiado lento.

jueves, 24 de mayo de 2012

Alcalá



Al astro orfebre de los crepúsculos de verano le he preguntado si no lo hace por acercarse a los jóvenes que en ropa deportiva acumulan cascos vacíos de cerveza en el pinar. Su luz de albero dora la indolencia de los bebedores, ¿lo que querrías no es sentarte en su corro —insisto— a hablar para no decir nada? Mi oficio, me explica, es solo alumbrarles. El novelista eres tú, a ti te toca deslumbrarles. ¿A mí, si ni siquiera me leen? Pues pasemos de largo los dos si la noche, que les es propicia, nos excluye, sentencia. Y se va.  

lunes, 21 de mayo de 2012

«Te veo triste», de Fernando Sanmartín.


«La muerte… no interesa… muchos se creen inmortales… alguien descubrirá pronto una vacuna contra la muerte… Pero… ¿cómo sería entonces el escaparate de la vida?». En estas frases, entresacadas de la página 88 del libro, el lector medita con las palabras del narrador sobre la historia que está leyendo: una hija que entra en el laberinto de su propia vida en el momento en el que muere el padre y le deja como herencia un amor secreto. Solo la muerte es capaz de mostrar el sentido auténtico de la vida, que siempre, con los tucos de la edad, consigue ocultarse.

Se ensimisma. La muerte del padre es la piedra que astilla la cúpula de cristal que recubre a la hija. Cuando ya nada puede rectificarse. Más atenta a la reinterpretación mediante el lenguaje de la vida cotidiana (la novela es una mínima enciclopedia de pensamientos poéticos) que a los aburridos protocolos de la acción, la prosa diáfana y precisa de Fernando Sanmartín compone en Te veo triste una estremecedora elegía. Acaso el lamento no solo de una hija, sino de toda una época que cree bastarse a sí misma, huye de sus raíces, trivializa los sentimientos e ignora sus laberintos.

sábado, 19 de mayo de 2012

Barcas


Nada más bajar del tren me encamino hacia la playa. Me urge preguntarle al mar por su naturaleza. Sus olas crespas, rugientes, frías me responden. Entiendo que se siente esa ebullición húmeda y también un símbolo. ¿De qué?, inquiero. ¿De qué lo es para ti?, me devuelve la réplica. Le digo entonces que su oleaje me parece las sábanas revueltas sobre una cama en un cuarto vacío. Los amantes no están, pero su resplandor impregna los objetos. Lo ves —musita—, un símbolo. Soy al mismo tiempo lo que estás viendo y la habitación sin nadie donde se entrelazan los amantes.

jueves, 17 de mayo de 2012

Ramas


¿No vas muy solo?, me preguntó con malicia la encina junto al sendero. Qué va —le respondí—, no ves que voy de la mano con mis sueños. Una brisa sacudió sus hojas y mientras me alejaba oí que decía algo. El castaño de indias, un poco más arriba, insistió: ¿En el bosque tan sin nadie? Viejo cascarrabias, te estás quedando ciego —le espeté, y seguí mi camino. En el pinar, el arisco artesonado de sus copas no se enteró de que recogía al paso piñones que ensuciaban mis dedos. Ni nos ven, le dije al silencio que me acompañaba.

martes, 15 de mayo de 2012

Alas


Ha llegado la tarde a sentarse a mi lado en el banco del parque con su rumor de tráfico en la avenida y voces de niños que se llaman unos a otros al columpiarse. Se ha presentado como quien acompaña a la gente mientras piensa en la cena o en un gesto que se ha desleído a fuerza de removerlo dentro con la cucharilla del recuerdo. Cuando he mirado a los ojos azules de la tarde para hablarle de mis cosas, me ha cogido de la mano. No me cuentes nada, me ha dicho. Lo sé todo, ha añadido, apretándomela.

domingo, 13 de mayo de 2012

Dzień w Warszawie (y 7)


Hace algunos años escribí una novela con el nombre de esta ciudad en el título sin haber pisado nunca antes Polonia. Ahora camino por Varsovia y me digo: menos mal que no se me ocurrió venir a conocerla. Hubiera redactado una guía de viajes en lugar de una novela. Ahora sé cómo mover a un personaje por el centro. Dónde sentarle a tomar un café o en qué dirección ha de esperar un tranvía. De eso tratan las guías de viaje. Las novelas no hablan de los nombres de los monumentos o las costumbres, sino de la experiencia del lugar.

viernes, 11 de mayo de 2012

Dzień w Warszawie (6)


—Mikołaj, permita que abra la ventana. Florecen las hayas y regresan los correlimos. 
—Al señor no le convienen aires. No se encuentra bien esta mañana. 
—Mikołaj, desmiéntale. Los cielos están claros como el agua que mana de un cántaro. 
—Al señor no le convienen aguas. Ha tenido fiebres durante la noche.
—Mikołaj, no queda una paletada de nieve ni siquiera en la memoria. Que abra y entre un poco de luz en la estancia. 
—Al señor no le conviene la luz. Sus ojos… ¿Llaman a la puerta? ¿A estas horas? 
—¿Un mensajero? Trae un bulto. ¿El tamaño de un libro?

jueves, 10 de mayo de 2012

Dzień w Warszawie (5)


Una ciudad de banderas, cartelería inflamada y léxico obligatorio ha sido desatornillada y sustituida por otra ciudad de neones, anuncios en fachadas enteras y la palabrería hueca de logotipos planetarios. Ni siquiera una lengua arisca y distante tiene nada que hacer frente al mensaje diáfano y comprensible de los centros comerciales. Resulta difícil, para quien anda desprevenido, descubrir entre dos civilizaciones una ciudad. Me siento en el café Flora, una pequeña construcción de madera rodeada de yedra a las orillas de un parque, y mientras me sirven un té en el jardín me preguntó dónde estará la ciudad que busco.

sábado, 5 de mayo de 2012

Dzień w Warszawie (4)



No tardo en extraviarme en el laberinto de pasajes subterráneos que reparten a los peatones por las avenidas del centro y es como si me hubiera perdido en mi memoria.  Entro en los pequeños comercios de la mano de mi madre a comprar una madeja de lana o unas bolitas de alcanfor. Algo me susurra en una asilvestrada floristería un ramo de lirios blancos. En un cubículo donde apenas puede mover los codos sin chocar, una joven despacha billetes de lotería. No sé dónde está mi salida, cuando la descubro retengo la palabra sin leerla, como si fuera un ideograma.

jueves, 3 de mayo de 2012

Dzień w Warszawie (3)

Para C.
Inclementes parpan los patos en el lago del Park Łazienkowski, sus graznidos ásperos, desangelados, se retuercen entre los brotes de los arbustos. De repente uno emprende el vuelo y el resto le sigue en fila. Ya solo puede verlos el castaño desde su altura. Las aguas que reflejan el cielo plomizo quedan en silencio. Varsovia conserva este mismo silencio en los solares vacíos, en las traseras de los edificios, en los pequeños jardines anónimos que flanquean las calles. El silencio que copio en tu cuaderno mientras una niña que cumple años lanza una piedra y el lago la felicita.

martes, 1 de mayo de 2012

Dzień w Warszawie (2)



La estampa que había contemplado Canaletto el joven en 1772 mientras preparaba los colores de su paleta ha mirado sus cuadros para reconstruirse en el siglo XX. La vieja ciudad, el Stare Miasto, tiene el encanto decorativo, ensimismado y olvidadizo de lo artificial. Los reconstructores de posguerra inventaron un nuevo género de la realidad muy aplaudido ahora, el parque temático. Pero el arte también es artificial, y tampoco es despreciable el olvido, por eso me gusta la calle Krakowskie Przedmieście, y más cuando atravieso un soportal y descubro, al otro lado del pastiche, chiringuitos y grafitis de la ciudad real.