Para C.
Inclementes parpan los patos en el lago del Park Łazienkowski, sus graznidos ásperos, desangelados, se
retuercen entre los brotes de los arbustos. De repente uno emprende el
vuelo y el resto le sigue en fila. Ya solo puede verlos el castaño desde su
altura. Las aguas que reflejan el cielo plomizo quedan en silencio. Varsovia
conserva este mismo silencio en los solares vacíos, en las traseras de los
edificios, en los pequeños jardines anónimos que flanquean las calles. El
silencio que copio en tu cuaderno mientras una niña que cumple años lanza
una piedra y el lago la felicita.