—Mikołaj, permita que abra la ventana. Florecen las hayas y regresan los correlimos.
—Al señor no le convienen aires. No se encuentra bien esta mañana.
—Mikołaj, desmiéntale. Los cielos están claros como el agua que mana de un cántaro.
—Al señor no le convienen aguas. Ha tenido fiebres durante la noche.
—Mikołaj, no queda una paletada de nieve ni siquiera en la memoria. Que abra y entre un poco de luz en la estancia.
—Al señor no le conviene la luz. Sus ojos… ¿Llaman a la puerta? ¿A estas horas?
—¿Un mensajero? Trae un bulto. ¿El tamaño de un libro?