Hace algunos años escribí una novela con el
nombre de esta ciudad en el título sin haber pisado nunca antes Polonia. Ahora
camino por Varsovia y me digo: menos mal que no se me ocurrió venir a
conocerla. Hubiera redactado una guía de viajes en lugar de una novela. Ahora sé
cómo mover a un personaje por el centro. Dónde sentarle a tomar un café o en
qué dirección ha de esperar un tranvía. De eso tratan las guías de viaje. Las
novelas no hablan de los nombres de los monumentos o las costumbres, sino de la
experiencia del lugar.