La necesidad de un contrapunto en el presente apareció cuando la historia del pasado empezó a ser escrita. Se impuso como una exigencia del argumento: la creación de dos tramas que se cruzaran en diferentes planos: argumental, estilístico, formal y estructural. Quizá sea una necesidad de la novela contemporánea: su fragmentación esencial astilla las decisiones que vertebran la narración —punto de vista, marco espaciotemporal, acción... imposibles de mantener con validez durante todo el argumento— de modo que sólo es posible ir construyendo el amparo narrativo de la historia pedazo a pedazo, sin importar cómo hayan sido contados los fragmentos contiguos.
JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS
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lunes, 30 de marzo de 2009
viernes, 27 de marzo de 2009
Vuelo nocturno
Zoran Music. Ciudad, 1988. Óleo sobre tela
Desde la ventanilla de un avión las ciudades —también las grandes metrópolis— poseen un tamaño que sorprende por su reducida dimensión: es posible dibujar su contorno. En el vuelo nocturno, un brasero de luces que cintilan sobre la oscuridad muestra una imagen que evoca los mapas escolares. La palabra «ciudad» nombra esta luminiscencia y también la sucesión de muros y fachadas que encuadra la ventanilla de un autobús que transita. Un autocar en la ruta nocturna —visto desde el margen de la carretera— es como una ciudad contemplada desde el avión: un trazado fugaz de luces minúsculas que amontona vacío.
miércoles, 25 de marzo de 2009
Destino
Al fracaso la gente se prepara a conciencia. Conozco el caso de Ezequiel Egea Erena que nació en enero, en Estépar, y siempre creyó que aquello era un signo del cielo. Cuando visitó Estremera decidió quedarse. Compró un piso en la calle del Eruelo trece, tercero tercera. En la calle de Enmedio salió otro más holgado por idéntico precio, pero al ser en el número ocho y cuarto, no lo quiso. Todo cuadró hasta el día de su boda; al ir a firmar los papeles descubrió su desgracia: el nombre de la novia elegida especialmente no era E... sino Helena.
sábado, 21 de marzo de 2009
¿Hoy día mundial de la poesía? Eso he oído en el boletín de noticias de la radio. ¿En las noticias? Nada menos.
Abandona el poema sobre un banco del paseo. Cuando se levanta, el sol se sitúa detrás y de un salto le adelanta su sombra; así juntos, en esa lánguida compañía, les verá alejarse bulevar arriba quien descubra la hoja y al desdoblarla no sepa el idioma en el que ha sido escrita. Convertida en una bola que busca comprensión entre colillas y flores de jacarandá, el poema regresa al territorio que gobiernan las escobas municipales. Un perro lo confunde con la pelota que le han lanzado y se la devuelve al niño, que aprovecha para construir un avioncito de papel.
viernes, 20 de marzo de 2009
La reunión
—Aplastaremos esa huelga.
—Se han puesto de acuerdo los sindicatos.
—Gentuza. Vayamos al grano. Acciones positivas.
—Aunque no toque, el banco podría enviar un informe sobre el fondo de pensiones para funcionarios.
—Encárgate de eso. Más.
—Un artículo en la revista sobre los beneficios sociales del departamento.
—Lo preparas. Más.
—Los medios.
—Lo de siempre. Más.
—Quizá...
—Nada de quizá. Al día siguiente se ha de hablar de otra cosa. ¿Qué tenemos por ahí alterado?
—¿Bolonia?
—Me gusta. Encárgate.
—¿Desalojo?
—No es suficiente para una portada.
—¿Manifestación, altercados?
—Me gusta. Pero olvidaros de los estudiantes. Quiero una portada en todas partes.
—Se han puesto de acuerdo los sindicatos.
—Gentuza. Vayamos al grano. Acciones positivas.
—Aunque no toque, el banco podría enviar un informe sobre el fondo de pensiones para funcionarios.
—Encárgate de eso. Más.
—Un artículo en la revista sobre los beneficios sociales del departamento.
—Lo preparas. Más.
—Los medios.
—Lo de siempre. Más.
—Quizá...
—Nada de quizá. Al día siguiente se ha de hablar de otra cosa. ¿Qué tenemos por ahí alterado?
—¿Bolonia?
—Me gusta. Encárgate.
—¿Desalojo?
—No es suficiente para una portada.
—¿Manifestación, altercados?
—Me gusta. Pero olvidaros de los estudiantes. Quiero una portada en todas partes.
jueves, 19 de marzo de 2009
Las vistas pobres
En las calles estrechas, las ventanas de hotel familiarizan al viajero con los interiores vecinos que no tenía previsto visitar en la ciudad. Le muestran, en detalle, la suciedad que cualquier saliente urbano acumula y la curiosa variedad de objetos que han elegido aquel rincón para permanecer en su abandono. Como símbolo, es fácil que lo desprecie ante las expectativas del catálogo monumental que le aguarda. Como recuerdo, ni siquiera lo mira con intención de otorgarle ningún privilegio. Y mientras sale del cuarto arrastrando la maleta, el visitante ordena mentalmente las experiencias vividas, y las vistas pobres ya ha desaparecido.
lunes, 16 de marzo de 2009
¿Qué será el presente?
—Al pasar he escuchado tu voz. La reconocería entre una multitud.
—Qué alegría verte de nuevo, pequeña.
—Tu voz. Me trae recuerdos.
—Los recuerdos de nada sirven.
—Tus ojos.
—El presente. Sólo se vive en el presente.
—Enharinados como la masa que el aceite hirviendo convertirá en buñuelo: tus ojos.
—Hirviendo, buena idea. Ven aquí. Desabróchate el sujetador.
—¿El sujetador?
—Eres tú la que ha hablado de recuerdos.
—¿Crujientes o reblandecidos? ¿Cómo sabrán los buñuelos mordidos en el recuerdo?
—La falda, las medias. Quítatelo todo. ¡El presente!
—Enharinados, tus ojos.
—Tu cuerpo, desnudo.
—Tan hermoso y piensas como una cucaracha.
—Qué alegría verte de nuevo, pequeña.
—Tu voz. Me trae recuerdos.
—Los recuerdos de nada sirven.
—Tus ojos.
—El presente. Sólo se vive en el presente.
—Enharinados como la masa que el aceite hirviendo convertirá en buñuelo: tus ojos.
—Hirviendo, buena idea. Ven aquí. Desabróchate el sujetador.
—¿El sujetador?
—Eres tú la que ha hablado de recuerdos.
—¿Crujientes o reblandecidos? ¿Cómo sabrán los buñuelos mordidos en el recuerdo?
—La falda, las medias. Quítatelo todo. ¡El presente!
—Enharinados, tus ojos.
—Tu cuerpo, desnudo.
—Tan hermoso y piensas como una cucaracha.
domingo, 15 de marzo de 2009
Le printemps
Foto MCP
Cuando llegaba esta época el profesor de francés escribía un título en la pizarra y nosotros lo convertíamos en campo de combate con la ortografía. Cómo me gustaría escribir redacciones así, pero han prohibido los tópicos. No hay peor insulto para un escritor. De nada vale que los antiguos midieran su valor por el tema elegido. De poco que la seducción oriental emane de los matices insospechados de lo conocido por todos. Quién pudiera escribir que ve florecer el gran peral del huerto de Can Carriot, los melocotoneros en la huerta de mi padre, las florecillas silvestres en los descampados.
jueves, 12 de marzo de 2009
Habitaciones vistosas
En el balcón, uno se deja ilusionar por el espíritu de propietario interino de las vistas. El puerto, que al mar educa con su enmarañada docencia de dársenas y grúas. O la plaza, donde mueren y nacen los tranvías como ave fénix que sacara unas oposiciones. Las vistas hoteleras encarnan la alteridad del alma, escribirá tal vez, si se ha dejado seducir por el encanto decorativo de la ciudad visitada. Acaso seáis, vistas efímeras, sólo la bolita cárdena del collar roto que el niño descubre bajo la mesa mientras la madre exclama: «¡Tira eso, no te lo vayas a tragar!».
miércoles, 11 de marzo de 2009
Julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo
Somos un puñado de arena en los bolsillos de la muerte
José Antonio Padilla
Un domingo premonitorio del verano, escribo mentalmente sobre el día en el que llego a Málaga. Así confiado, abro el periódico y me derriba el mismo helor elegíaco de este invierno. José Antonio Padilla, un poeta joven de quien sabía que estaba enfermo, ha muerto. Sus amigos me informan: en junio sufrió un pequeño ataque, no parecía lo que fue. No necesito contar. En la misma oscuridad entraron dos escritores que admiraba, Raúl Ruiz y Javier Lentini, durante nueve meses. Los tres —«Debajo de mi insomnio / parece que hace guardia un coche fúnebre», escribió Padilla— dieron a luz su sueño.
sábado, 7 de marzo de 2009
La ansiedad
Dos días de viento dejan el primor de un hiperrealista norteamericano en las ventanas de los ojos. Los ojos, que hace días que no escriben sobre la senda sabatina hacia la panadería, lo enfocan todo —encañonan lo poco que asoma tan temprano— escudriñando qué tendrá valor de signo y densidad de palabra. Una caja de cartón abierta y abandonada, llena de hueveras vacías, ¿qué significará? De repente me doy la vuelta y me miro a mí mismo atendiendo a todo: un tonto. Sonrío, caigo en la cuenta: sólo tiene sentido que sean los sentidos los que le encuentren a uno.
jueves, 5 de marzo de 2009
Quijote
De quien deja que el polvo se esparza en la madera y desliza luego el dedo sobre la superficie opaca para que el brillo oculto dibuje la senda que le da vida a cada palabra aprendí el gusto por la escritura. De quien camina ciego y tropieza con la esquina de los muebles lastimándose a cada paso la canilla de la pierna que ha impulsado el avance. De quien sueña con mondas que los insectos devoran frente a las mondas devoradas por los insectos. De quien se levanta del baúl donde se ha sentado a descansar y nada se lleva.
martes, 3 de marzo de 2009
«El cortador de cañas», de Junichiro Tanizaki, en Siruela
Junichiro Tanizaki (1886-1965) sumerge al personaje en un pequeño laberinto de citas de libros clásicos japoneses —como acostumbra— con la intención de que proporcione perspectiva y profundidad al presente de una época trivial. Pero una vez trazada esa vía culturalista y erudita para la contemplación del paisaje, un encuentro fortuito le descubre una inesperada y trágica historia de amor —extraña felicidad de tres personas que se brindan su mutua castidad— que empieza cuando el desconocido recuerda las palabras de su padre: «Vámonos, hijo mío, me dijo, te voy a llevar a que veas la luna». Y le enseñó su corazón.
domingo, 1 de marzo de 2009
De lo trivial que no erosiona el olvido o “Tengo esa conversación clavada en la cabeza”
—¿Lorena? ¿Hablo con Lorena?
—Sí... Soy yo...
—No me conoces. Bueno, tal vez sí.
—¿Quién me llama?
—A quien conoces... A quien conoces bien es a mi marido.
—A mí no tienes que llamarme.
—¿Por qué no? ¿No compartimos algo últimamente?
—No tiene derecho a llamarme.
—¿Ah, no? ¿Y tú tienes derecho a hacer lo que haces?
—Por favor, basta ya. Voy a colgar.
—Eso mismo es lo que tenías que haber hecho antes. Antes de abrir las sábanas.
—Esta conversación no tiene sentido.
—¿Ah, no tiene sentido? ¿Y sí lo tiene que mandes a la mierda una familia?
—Cuelgo.
—Sí... Soy yo...
—No me conoces. Bueno, tal vez sí.
—¿Quién me llama?
—A quien conoces... A quien conoces bien es a mi marido.
—A mí no tienes que llamarme.
—¿Por qué no? ¿No compartimos algo últimamente?
—No tiene derecho a llamarme.
—¿Ah, no? ¿Y tú tienes derecho a hacer lo que haces?
—Por favor, basta ya. Voy a colgar.
—Eso mismo es lo que tenías que haber hecho antes. Antes de abrir las sábanas.
—Esta conversación no tiene sentido.
—¿Ah, no tiene sentido? ¿Y sí lo tiene que mandes a la mierda una familia?
—Cuelgo.