Abandona el poema sobre un banco del paseo. Cuando se levanta, el sol se sitúa detrás y de un salto le adelanta su sombra; así juntos, en esa lánguida compañía, les verá alejarse bulevar arriba quien descubra la hoja y al desdoblarla no sepa el idioma en el que ha sido escrita. Convertida en una bola que busca comprensión entre colillas y flores de jacarandá, el poema regresa al territorio que gobiernan las escobas municipales. Un perro lo confunde con la pelota que le han lanzado y se la devuelve al niño, que aprovecha para construir un avioncito de papel.