—Al pasar he escuchado tu voz. La reconocería entre una multitud.
—Qué alegría verte de nuevo, pequeña.
—Tu voz. Me trae recuerdos.
—Los recuerdos de nada sirven.
—Tus ojos.
—El presente. Sólo se vive en el presente.
—Enharinados como la masa que el aceite hirviendo convertirá en buñuelo: tus ojos.
—Hirviendo, buena idea. Ven aquí. Desabróchate el sujetador.
—¿El sujetador?
—Eres tú la que ha hablado de recuerdos.
—¿Crujientes o reblandecidos? ¿Cómo sabrán los buñuelos mordidos en el recuerdo?
—La falda, las medias. Quítatelo todo. ¡El presente!
—Enharinados, tus ojos.
—Tu cuerpo, desnudo.
—Tan hermoso y piensas como una cucaracha.