Sobre la acera leo la caligrafía de la mañana, las sombras de los árboles dejan estrechas franjas para que el cálamo de la luz trace sus efímeras inscripciones. Alguien, que se ha desprendido de un cigarrillo, inserta un humeante diacrítico entre la pureza de las líneas solares. Servilletas y pañuelos de papel arrugados conviven con las hojas de los plátanos, arremolinados por el viento de la víspera; se esparcen sobre los jeroglíficos matinales como signos de un humilde alfabeto que aguarda el final de las civilizaciones aéreas para imponer su pequeñez, su cualidad de hormiga gráfica, tan insignificante como perenne.
JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS
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sábado, 28 de junio de 2008
jueves, 26 de junio de 2008
Elegía turca
Me gusta ver partidos de fútbol cuando intuyo que el juego, azaroso y trivial, puede adensarse en un argumento. Ocurre en raras ocasiones, pero si sucede despierta la literatura mítica que se agazapa en cualquier acción humana (literaria a veces; subliteratura, otras). Anoche un Alemania-Turquía presagiaba trama: ¿otro Goliat contra David? Y surgió, insospechada trama: Turquía se creyó Goliat: jugó mejor, marcó primero, se impuso. Su único error fue cederle a Alemania el desválido papel de David, que, por cierto, supo aprovechar en el último minuto. A la turca. Turquía, David arrogándose la grandeza de Goliat, pereció como cualquier gigante.
miércoles, 25 de junio de 2008
Variaciones sobre un motivo de Blai Bonet (díptico)
Un timbre amarillento devuelve su espesura de yeso que ha cuajado al rellano. Aquella pesadez blanca y húmeda, tiznada sólo por voces distantes que atraviesan muros, esculpe cada movimiento. Los dos, cara a cara, se miran a los ojos, tardan en abrir, y una mano se posa sobre su espalda, atrayéndolo con ternura hacia el pequeño fuego, apenas cuatro palos, hojas secas, unos cartones viejos, que se acababa de prender en aquel rincón de la noche. Si la ternura es la cara opuesta de la lujuria, cuando la moneda echa a rodar por el aire el resultado siempre es incierto.
II
Al caer la moneda sobre la losa, la bruma impregna el suelo con una baba oscura y la cara de la ternura deja en la piel del muchacho la cicatriz de una confusión. El amor agita el estandarte de lo aéreo mientras el fuego consume arterias secas y músculos astillados. El amor, imposible ternura, podrá esconderse tras dos puertas que, frente a frente, suspiren por el idílico momento en el que la brigada de derribos, con sus palas y piquetas, les ofrezca una posibilidad, utópica, de reunirse y abrazarse al cabo de tantos años en el montón de los escombros.
II
Al caer la moneda sobre la losa, la bruma impregna el suelo con una baba oscura y la cara de la ternura deja en la piel del muchacho la cicatriz de una confusión. El amor agita el estandarte de lo aéreo mientras el fuego consume arterias secas y músculos astillados. El amor, imposible ternura, podrá esconderse tras dos puertas que, frente a frente, suspiren por el idílico momento en el que la brigada de derribos, con sus palas y piquetas, les ofrezca una posibilidad, utópica, de reunirse y abrazarse al cabo de tantos años en el montón de los escombros.
lunes, 23 de junio de 2008
Cuestiones de retórica
—¿No te preocupan esas chicas tan monas? ¿Cómo va a sentirse una bien si ellas existen? Ayer descubrí el antídoto, cuando explicaron la metonimia. ¿Recuerdas?
—Vagamente
—Mi error estaba en compararme con esas chicas monas de una manera absoluta cuando la belleza es metonímica. Lo que nos enamora de una persona es algo concreto.
—Los ojos.
—Y ese algo concreto permite afirmar que soy igual de bella.
—No te entiendo.
—Me puse a buscar en qué era yo más guapa que esas niñas. Y lo descubrí.
—¿En qué?
—En mi flequillo. Tengo el flequillo más gracioso y atractivo del mundo.
—Vagamente
—Mi error estaba en compararme con esas chicas monas de una manera absoluta cuando la belleza es metonímica. Lo que nos enamora de una persona es algo concreto.
—Los ojos.
—Y ese algo concreto permite afirmar que soy igual de bella.
—No te entiendo.
—Me puse a buscar en qué era yo más guapa que esas niñas. Y lo descubrí.
—¿En qué?
—En mi flequillo. Tengo el flequillo más gracioso y atractivo del mundo.
domingo, 22 de junio de 2008
Se vende
En el Babelia de ayer veo una página de publicidad a la que se ha prestado un tipo al que de vez en cuando le publican algún libro. Por ser morales, los principios los coloca cada cual donde le dicta su conciencia, y por sus conciencias les conoceréis. Hay sin embargo una cuestión ética en el aire. Este tipo ha dicho que vive —y de hecho vive— de los premios de novela en los que participa como miembro del jurado, convocados por entidades públicas. ¿De verdad se puede confiar en la dignidad de un tipo que se ha puesto precio?
miércoles, 18 de junio de 2008
Wagneriano
Si tuviera paciencia para revisar papeles daría con la fecha. Recuerdo un día nublado, desabrido. La víspera había leído sus poemas en el Aula Magna. Con bastante público. Por la mañana no tenía nada que hacer y me brindé a acompañarle por la ciudad. En la calle Lledó, donde evocamos el paseo de Garcilaso y Boscán, nos cruzamos con el grupo de saltimbanquis que aparece en un poema de Los Campos Elíseos. Frente al antiguo edificio de Catalana de Gas le dije: Tiene un aire wagneriano, por Otto, el arquitecto. Es cierto, replicó tarareando una melodía, por Richard, el músico.
viernes, 13 de junio de 2008
La tertulia de ayer sobre blogs no cesa (tríptico)
Osías: la proporción de tablillas mesopotámicas burocráticas no se diferencia de lo que ocurre con la escritura en cualquier época. Del siglo XIII se conservan montones de legajos... y una obra literaria: El Cantar de Mío Cid. De Sumer se conserva el Gilgameš. Hoy, nuestros movimientos dejan rastros escritos que se procesan: sacamos dinero en el cajero, en el super compramos... todo genera inadvertidos procesos de escritura, entre los cuales una mínima parte corresponde a la cuarteta escrita al caer el día. La proporción no es tan diferente a la mesopotámica. Tampoco la memoria: Cid, Gilgameš, nuestra cuarteta... De momento.
II
José Luis: uno no entra en un blog para quedarse. O sí. Nosotros entramos en los libros para quedarnos en ellos, ¿hay alguna diferencia entre un libro y un blog que permita pensar que lo malo o bueno de uno no lo es del otro? Cada vez es más difícil, si quieres que te sea sincero, quedarse en los libros: espurios, fantasmas, con insoportables combinaciones de literatura y subliteratura. En los blogs es al revés: cada vez hay más aportaciones literarias en medio de las escrituras triviales. Se trata de situarse en lo que decae y en lo que nace.
José Luis: uno no entra en un blog para quedarse. O sí. Nosotros entramos en los libros para quedarnos en ellos, ¿hay alguna diferencia entre un libro y un blog que permita pensar que lo malo o bueno de uno no lo es del otro? Cada vez es más difícil, si quieres que te sea sincero, quedarse en los libros: espurios, fantasmas, con insoportables combinaciones de literatura y subliteratura. En los blogs es al revés: cada vez hay más aportaciones literarias en medio de las escrituras triviales. Se trata de situarse en lo que decae y en lo que nace.
III
Alberto: un apego al papel similar a la desconfianza hacia las pantallas tiene detrás razones que comprendo. El papel le guarda fidelidad a la literalidad alfabética, que a su vez es (o parece) garantía del habla. Las letras que las pantallas muestran son un simulacro, el efecto de un traductor aplicado a la escritura informática —sólo inteligible para expertos— grabada en los discos. Un disco no se puede leer sin la mediación del programa adecuado y un aparato en conexión. Los libros ocupan espacio; un blog está y no está. ¿Nos acostumbraremos a prescindir de la materialidad de lo escrito?
jueves, 12 de junio de 2008
Al preparar la tertulia de esta tarde en el Ateneo
Algunos historiadores han subrayado el paralelismo que existe entre los actuales técnicos informáticos, en cuyas manos está hoy la transmisión de la información, y los escribas mesopotámicos. Es sugerente: en ambos casos la escritura real está fuera del alcance de los usantes del conocimiento —oral, entonces; alfabético, hoy—. Descubro paralelismos más optimistas. La escritura cuneiforme contenía en sus signos el recuerdo de toda la cultura pasada, que se hacía presente en la lectura —acaso porque la transmisión oral aún era reciente—; la singularidad del texto informático —su capacidad de hipertexto—, evoca aquel valor inicial de la escritura.
martes, 10 de junio de 2008
X
X, que no empieza por equis: xenofobia, xenófobo y xenófoba, xenón, xi —que en griego sí empieza por equis—, xifoideo y xifoidea, xifoides, xilófago y xilófaga, xilófono, xilografía, xilográfico y xilográfica, xilógano, xión y ahí se acaba la lista. No sólo hay pocas palabras con X, sino que además no hay por donde cogerlas. En el diccionario no aparece una acepción de mi juventud: Cine X. Eran salas sin nombre donde acudían hombres sin otra cosa que hacer a ver películas sin argumento en días sin memoria. Todo tachado por la X. Letra sin sonido propio. Como tantos.
domingo, 8 de junio de 2008
«De la elegancia mientras se duerme», del Vizconde de Lascano Tegui, en Impedimenta
Un dato alerta al curioso: Lascano Tegui publicó un libro como Rubén Darío, hijo. «Travieso» seguramente añada el lector cuando cierre el volumen. Aquel movimiento grandioso y espiritual hacia la belleza tuvo, en el tardomodernismo, un final que, por esquivar el cliché en el que se había convertido, supo cruzar a la otra parte: las menudencias de la ironía y lo cotidiano. A eso se dedica el pseudovizconde, a las traseras del brillo parisino: habladurías de cocheros, burdeles… Él mismo rebusca en su trastienda y habla de su infancia. Y de don Juan trata el aspecto más humano: su sífilis.
sábado, 7 de junio de 2008
Tetragrama de sábado
El camino hacia la panadería tiene algo de juego de niños: un saltarín ir esquivando los orines de perro. Se da uno cuenta de qué poco basta para desordenar el mundo: tres motos tumbadas en la acera por el efecto de un dios beodo. Y con qué nada se ennoblece: la ausencia de tráfico deja libre por la calle, de repente, el canto de un pájaro; miro hacia el cielo, ¿vendrá de la copa de un plátano o de un balcón donde esté enjaulado? Una muchacha habla a voces por su móvil: ¿qué poesía nacerá de esos jirones de frases?
jueves, 5 de junio de 2008
Yo
¿Quién, yo? Tan diferente sería decir eu, io, I, pero el idioma ha tomado la opción consonántica; ese aire mayestático: yo-el-rey. Y uno no se libera así como así de la monarquía de uno mismo que la lengua ha instaurado en él. Aunque prefiera las vocales en sueños complacientes, lo que de verdad emerge cuando hablo es ese yo áspero, rocoso, enfático. Su corona esconde. Su corona da por hecho. En su corona, ¿qué escondo? Me gusta que crean que también mi yo impone la evidencia poco evidente, lo firme sin firmeza; sin embargo, tal vez oculte que nada oculta.
martes, 3 de junio de 2008
Agua
En el aula de escritores del Ateneo, una habitación encajada en un hueco de escalera, ayer cabía Méjico. Lo presencial languidece en la era de las seducciones virtuales. Dos poetas mejicanas leían su obra, llena de sorpresas, ante casi nadie. Jeannette Lozano Clariond (1949) practica un lirismo de bohemia aristocrática; sus sensaciones la aíslan de la urbe en mitad del estruendo de las multitudes. Gloria Gervitz (1943) lee con una voz que emerge de latigazos sustantivos, secuencias verbales eléctricas, fragmentos perdidos de una narración sin trama, teselas de sentido de un aforismo decapitado por añorar quien no se ha sido.
domingo, 1 de junio de 2008
Autorretrato
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Foto de Alice Saga
«Me», de Polina Barsky
Un blog es una forma oblicua de autorretrato. Entre el sujeto y el soporte, que está en su mano, no hay distancia para encuadrar, ordenar el espacio, favorecer la perspectiva y permitir que actúe la mirada. Compensa estos defectos del resultado —su oblicuidad— el hecho de que no se haya necesitado la aprobación o el trabajo de otra persona para existir (en la fotografía no hay fotógrafo, en el blog no hay editor). Y también porque el resultado ejerce la seductora e inmediata función de espejo. El espejo, ya sabéis, obnubila a Narciso, pero a Plotino le revela el alma.