La brisa de poniente baila melodías románticas con la ropa que hay tendida a secar. Abraza los vestidos por la cintura, aletea en el dobladillo de las faldas, acaricia la seda de las blusas, se enamora de los colores de las camisetas. Da vueltas alrededor de los pantalones variando la tonada para que sus perneras se agiten al ritmo casi frenético de la modernidad. Arranca un tango con el jersey de cuello alto que bocabajo parece el rey de la indolencia. La brisa no se pierde nunca un baile antes de que las sombras clausuren la fiesta. Tampoco las sábanas.