JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS

sábado, 27 de abril de 2019

Dietario de sensaciones, 56



El tiempo es un perro que se queda fuera cuando la cancela se cierra. Y ladra sin que nadie le oiga, dentro. Hay un pianista encerrado en una caja oscura que no se cansa nunca de interpretar la misma melodía y una lámpara que ha dorado su luz en un mercado de orfebres orientales. En mitad de la sala el sofá navega, barca serena que se desliza por la superficie quieta de la laguna, una noche de verano. Un remo se resbala de las manos que lo sujetan y cae al agua, chof, y al hundirse deja la escena perpleja.

martes, 23 de abril de 2019

Dietario de sensaciones, 55



Los aromas identifican lo que no se ve. El del café, olor del tiempo que arranca con su engranaje de minutos y horas. Y el del pan tostado, que lo es del otro tiempo, el que se lleva dentro, el que evoca los lugares donde corrían niñas, niños, luego adolescentes y hasta adultos, aunque todavía con la ilusión infantil en la mirada. Los aromas dan identidad a lo que se ve. El de las calles mojadas por la lluvia, la fragancia de las flores madrugadoras, los que abren los espacios y muestran su densidad interior. La salida de la cueva.

viernes, 19 de abril de 2019

Dietario de sensaciones, 54



Un globo en la mano del niño despistado, eso son las palabras. Cuando se lo entregan lo admira sobre su cabeza con ilusión, pero al instante algo le atrae —una niña, quizá, que alcanza en el columpio más altura que él— y afloja la fuerza con la que lo sujeta, y el globo parte hacia un viaje celeste que el niño, preocupado por la exhibición del columpio, no advierte perder, ni siquiera lo mira. ¿Para qué? Lo ha visto un instante brillar con su vivo color y se ha visto sujetándolo. El significado ya es suyo. El globo, que vuele.

lunes, 15 de abril de 2019

# 609


Lo que espacio o tiempo no convocan lo reúne la escritura cuando araña el papel. Luz y noche, novios que pasean de la mano en el vuelo de la luciérnaga. Mar y sábana comparten idéntica materia durante el abrazo. Lo que el tiempo desconoce y lo que el espacio —gran visionario— sueña con los ojos abiertos lo construye el sonido de una voz al susurrar un nombre. La realidad no ha sido nunca la taxonomía de insípidos instantes. Lo concreto solo registra el informe de ruidos. El silencio en el que transcurre una mirada queda en las afueras del tiempo.

miércoles, 10 de abril de 2019

# 608


Ave, también quien camina, aunque solo alce el vuelo por arduos senderos que ascienden a limitadas cumbres en el paisaje para descubrir los espacios que son suyos. Descubrir no es desplegar un mapa en blanco ni hablar de prodigios que nunca han existido. Es solo dar un sentido a lo que se ve. Que la piedra, que el árbol, que la luz, que las nubes signifiquen. Que instilen en el cuaderno de la memoria una frase no escrita. Y así el lugar se convierta en aforismo. Sea de las aves, de los insectos, del viento, de los cielos. Y propio.

sábado, 6 de abril de 2019

Maga Losnay, dietario # 607


La taza de té me mira. Taimada, sus suspiros dibujan en el aire figuras huidizas. Desde el reposo le gusta verme. A veces únicamente atisba la mano y el brazo, que pasan por encima y regresan con una galleta de avena. Otras, me ve pensando, si me quedo pensativa frente al círculo. Y me observa. También cuando me acerco con el tarro de miel y con una cuchara de dulzura que vierto. O, en invierno, al entrelazar las manos frías alrededor de la cálida porcelana. La taza me habla, igual que lo haría un espejo que reflejara solo la ausencia.

martes, 2 de abril de 2019

1927 (díptico)


Berenice Abbot, fotógrafa veinteañera, retrata a Eugène Atget, 
fotógrafo septuagenario, en el que será su último invierno.

1
—¿Podría colocarse perpendicular a la cámara, monsieur Atget?
—¿De perfil lo prefiere, miss Abbott?
—Puede llamarme Berenice.
—Claro, como desee, miss Abbott.
—Sí, le haré una fotografía de perfil.
—¿Y por qué de perfil?
—No sabría decirle, monsieur Atget, ¿por pudor?
—No me haga reír, un fotógrafo tímido es un como un lanzador de jabalina manco.
—Bueno, no va a creerme si le digo que es para que no me vea hacerle la foto, pero puedo encontrar otro argumento.
—Inténtelo, miss Abbott.
—Quiero contemplarle mientras está mirando.
—¿Cómo si estuviera yo haciendo una foto, miss Abbott? 
—Berenice.
—Disculpe, miss Abbott.

2
—¿Busco una cámara, miss Abbott?
—No hace falta, eso sería retórico.
—Es cierto.
—Aunque creo que la razón es otra, y usted ya la sabe.
—La luz sobre la manga del abrigo.
—¿Cómo ha sido capaz de adivinarlo?
—Hay, miss Abbott, quien me dice: Conozco esa calle, la recorría a diario con un ramillete de gardenias, ahí tuve una novia, por sus fotos parece que uno pueda volver a meterse en el portal.
—Otros ven realidad donde usted, monsieur Atget, solo ve luz, líneas, volúmenes, sombras, ángulos y texturas, ¿no es cierto?
—¿Por qué no me llama Eugène, miss Abbott?