En el obrador de la Pastelería
Arcipreste un moscón se impone como violín solista a la sinfónica de moscas
habituales. La mañana tampoco logra desperezarse con la melodía mientras Juan
Ruiz, repostero mayor, ensaya un hojaldre en forma de corazón de serrana con
una almendra en el centro. ¿Quieres
probarlo? —le ofrece a Juan, el aprendiz a pesar suyo. No he comido antes un plato —responde reivindicativo— para merecer un postre. Alza un ojo el
maestro: los cacharros por fregar, el suelo por barrer, la nata por batir. ¿Y si le ponemos un pistacho? —sugiere—,
será más fácil de descascarar.