JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS

domingo, 30 de octubre de 2016

1973- «Algo de fiebre»


Un haz de luz. Rabindranath Tagore, el acomodador del cinematográfico, va y viene. Aun con la linterna apagada, en la barba blanca reverberan los colores que devuelve la pantalla y su destello refulge en la oscuridad. Cuando lo enciende, su foco silencia, amonesta, irrumpe. Separa en dos bandos lo que exige disociarse. En la sala, el espíritu; la realidad, en la calle. En el palacio de los sueños todos le respetan, salvo aquel joven espigado y melancólico, Sandro creo que se llama, o lo llaman, que allí donde se siente solo importa lo que, al ocurrir, deja manchas de sudor.

viernes, 28 de octubre de 2016

1972-«Dual»


No se cansa el voluble mar de vestir sus tobillos de muchacha con la seda de la ola. Tampoco de desvestirlos, gesto airado por haberlos confundido de repente, quizá, con el color de la tosca arena. Extraña a la inconstancia, Sophia se inclina para recoger, entre restos de valvas, conchas y óvalos, las lágrimas de nácar que la marea ha olvidado en su paseo nocturno por la playa. Las aprieta en la mano izquierda y le gusta sentir su firme suavidad. Cada fulgor que descubre, entregado por lo incógnito, es el pétreo suspiro de un endecasílabo de Luís de Camões.

miércoles, 26 de octubre de 2016

1971-«Almoneda»


Ha viajado durante la noche en un desvencijado convoy de incierto destino. Despeinado y arrugada la ropa despierta en una estación más grande que su aldea. Pablo lleva una dirección en el bolsillo, pero ninguna guía donde buscarla ni conocido que le espere. Ahí está, mojándose el pelo frente a un espejo en los servicios y abotonándose hasta el cuello la camisa, que ha planchado cuidadosamente con la mano. Y al atardecer suena la campanilla dieciochesca en la tienda anticuaria. Atildado y lacónico, el dueño, don Rainer Maria Rilke, le desengaña: Ha tenido lugar esta mañana la almoneda de ángeles.

lunes, 24 de octubre de 2016

1970- «El laberintodonte»


Virgilio, el pastor, dobla sobre el cercado la chamarra por si al cantar le sofocan otros calores. Desabotona la franela que le oprime el cuello y destensa el cordón de las calzas. Frente al ganado, que se agolpa en la puerta del redil, busca en el morral el pergamino de la balada que compuso anoche, en la honda soledad de la majada. Más allá el pastorcillo Pimenta corteja a su pastora sin bucólica, sin laúd, sin hexámetros y hasta sin pastora. Le basta evocarla con la mano sobre la cabeza de una oveja que bala: Phalos brotan en la brisa.

sábado, 22 de octubre de 2016

1969-«Det»


Se dice del profesor Kierkegaard, tan relamido como un vestido de boda tras treinta años en el armario, que tuvo novia. A la que regalaría flores y escribiría florituras. Hay quien cuenta haberle identificado con sombrero calado y solapas subidas, al anochecer, en calles oscuras donde solo resuena un lánguido caminar de tacones. Mujeres sin rostro. Inger ni se atreve a pensar en lo que les exigiría mientras observa, desde su pupitre, al final de la clase, una paloma que picotea en el alféizar. Las alumnas hacen ver que hacen ejercicios, el profesor no levanta la vista de sus breviarios.

jueves, 20 de octubre de 2016

1968-«Poemas póstumos»


—¿Mr. Eliot? 
—¿Nos conocemos? 
—Todavía no, la plaquita… 
—Ah, la placa. Si tiene la amabilidad de esperar, no es mi turno. De hecho, acabo de finalizarlo. En breve aparecerá el revisor pertinente. 
—Solo una consulta. 
—Dígame, ¿señor…? 
—Jaime, sí, James. No estoy seguro de si este tren se detiene en la estación en la que voy a querer bajar. 
—Mr. James. Aunque no me corresponda a mí informarle del recorrido, puedo indicarle que donde desee usted descender con seguridad el tren no va a detenerse. 
—¿Está seguro? 
—Salvo que haya elegido como destino el destino final. 
—¿Entonces? 
—Disfrute del viaje.

martes, 18 de octubre de 2016

1967-«Presentación de Sacher-Masoch. Lo frío y lo cruel»


«Es escritor —había dicho la panadera—, y usa tratamiento de von, von Sacher-Masoch». Desde aquel momento el empedrado de París empezó a temblar bajo sus pies. Lo veía cada tarde cruzar la plaza donde jugaba con sus amigotes. Traje oscuro, también en verano, pajarita, monóculo, pelo impoluto, destellos en los zapatos. Y siempre con un volumen encuadernado en piel sujeto en la mano de un brazo que parecía avanzar con paso militar. Gilles se miraba cada noche en el espejo atormentado por aquello a lo que debería renunciar para ser escritor: melena, rizos, jirones en la camisa, zapatillas rotas.

sábado, 15 de octubre de 2016

Becqueriana / 95


Al otro lado de los montes aún queda un resplandor del día que se aleja con la realidad al hombro y deja, como herencia, el silencio entre el rumor de los pasos. Un ladrido lejano, el motor rezagado de un vehículo que pasa y se olvida al instante, las campanas que advierten de la hora. La noche identifica todos los sonidos como un agente de aduanas. Y en ese cuenco donde solo el poso de la luz queda en el fondo de lo que fue color nos buscamos a nosotros mismos, y nos encontramos. Sin ajenos decorados. Frente a frente.

jueves, 13 de octubre de 2016

Becqueriana / 94


La tarde se aquieta con sus ocres y azules de acuarela. Muerdes una manzana sentada en un peldaño de la escalera. Ha dejado de llover y el sol asoma su timidez otoñal mirando de reojo entre las nubes tus piernas descubiertas. La brisa aletea en tu falda. He abierto el caballete sobre la hierba, he colocado un lienzo, sostengo la paleta en la mano izquierda y con la derecha alzo vertical el pincel, delante de los ojos, para captar el lugar exacto en el que voy a pintarte. Y cuando acabe, colgaré el cuadro en las paredes de la memoria.

martes, 11 de octubre de 2016

H \ instantánea y 7


Verse de nuevo vulnerable, ahora donde señoreaba lo cotidiano. Sentarse, levantarse, caminar. Ay, acostarse. Arduas tareas que no eran nada, gestos triviales que han perdido de repente su don inocuo. Su amable liviandad. Convertidos en la suma excesiva del estar. Que ha de sentarse para no hacer nada, ha de levantarse para no ir a ninguna parte. Ha de entregarse a una cama que ya no es un altar. Aprende movimientos carentes de función para reconstruirse. Vida inédita donde lo casi inexistente se alza como exclusiva existencia. Y la fragilidad no es la condición previa de ser, sino su consecuencia.

sábado, 8 de octubre de 2016

H \ instantánea 6


En el umbral de la noche emerge el vértigo. La necesidad de dar media vuelta en la cama y huir hacia su interior, tras la promesa que simboliza la luz, agarrado a los jirones que queden del día. Nadie desea por sí mismo entrar en el túnel contra el que lucha por escapar. Es la hora en la que la sonoridad enloquece. Las habitaciones vuelcan sobre el tronco común de la planta hospitalaria la erupción de su espanto. El momento de las letanías y de la incomprensión desasosegada de la realidad. Y quien atiende, lo intenta calmar con lenguaje infantil.

jueves, 6 de octubre de 2016

H \ instantánea 5


El día ocurre en otra parte. Y nada hay más inútil que una ventana de cuarto de hospital para saber dónde se halla la otra parte en la que está ocurriendo. A veces se asoma alguien en los bloques de enfrente y una ávida mirada espera que un simple cruce consiga arrancarlo. Dentro de la pecera lo mismo que ha de intentar el pez en el piso vacío por la mudanza. Un limbo atemporal donde no hay limbo ni se sitúa fuera del tiempo. Un tiempo que se ha invertido. De convexo a cóncavo. Signos que los signos no reconocen.

martes, 4 de octubre de 2016

H \ instantánea 4


Soy el del 5. Mi nueva identidad. El paciente del box 6 es diabético y a mí me traen una comida de primer día para diabéticos. Taza de leche en la que una enfermera diluye un sobre de café. Luego esparce el edulcorante. No consigo encontrar la personalidad que me permita deshacer el malentendido. Cuando hablan del 5 presto atención, por si dicen algo que permita reconstruirme. La paciente del 4, el señor del 8 ya sé que no soy yo. Destrenzado de identidades que deja el suelo lleno de datos incoherentes. Fiesta de la que quedan solo serpentinas sucias.

sábado, 1 de octubre de 2016

H \ instantánea 3


Despertar de una anestesia ofrece un raro prodigio legal. La consciencia se abre paso en una jungla de signos donde la razón, gran dormilona, aún no ha despertado. De la realidad se conoce lo suficiente para saber que hay personas alrededor, pero solo se obtienen datos contradictorios sobre quiénes son. El lenguaje es aún más evanescente. Y por mucho que uno lo busque en todos los bolsillos del cerebro, ahí no está. Lo sorprendente, no es eso, sin embargo, sino que tampoco importe demasiado cerrar los ojos y ver grifos, basiliscos, centauros y árboles cuyas hojas envolverían el edificio entero.