En el umbral de la noche emerge el vértigo. La necesidad de dar media vuelta en la cama y huir hacia su interior, tras la promesa que simboliza la luz, agarrado a los jirones que queden del día. Nadie desea por sí mismo entrar en el túnel contra el que lucha por escapar. Es la hora en la que la sonoridad enloquece. Las habitaciones vuelcan sobre el tronco común de la planta hospitalaria la erupción de su espanto. El momento de las letanías y de la incomprensión desasosegada de la realidad. Y quien atiende, lo intenta calmar con lenguaje infantil.