Pintor extraño, el invierno. Como si se hubiera gastado el dinero para comprar pigmentos en la taberna y solo le quedara para los más baratos. Ocres, pajas, limón. Cubre los campos o traza los enramados y se olvida de irisarlos. Descuidado artista, el invierno. Sus cuadros son ásperos, oscuros, silenciosos. Más dibujante que pintor, deja los lienzos a medias. Inacabadas estampas que las nubes ocultan, la niebla cubre. La nieve se apiada de tanto vacío. Pese a ser un pésimo paisajista, le queremos. En los bolsillos de su gabán guarda la semilla de los colores, al contrario que el Herbicida.
JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS
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viernes, 29 de abril de 2016
miércoles, 27 de abril de 2016
PRUNUS TRILOBA - memorias, 6
Llegué envuelto en una bolsa de plástico negra, apenas un palo mustio, débil y enjuto que sobresalía. Solo unos ojos visionarios podían ver en aquella vara sin gracia el arbusto del que brotarían tantas flores, tantas, en una esquina del jardín. Con sus manos cavó un hoyo no más grande que una cabeza, removió la tierra para mí, la oxigenó, me sacó de la bolsa que indignamente me guardaba, la desgarró y cayeron terrones de la tierra seca que se desprendieron de mis extenuadas raíces. Me plantó y dejó dentro, conmigo, algo de sí misma. Fue a buscar la regadora.
lunes, 25 de abril de 2016
PRUNUS TRILOBA - memorias, 5
Tal vez fuera el laurel quien inventara la melancolía o quizá solo quien mejor la encarna. Las ninfas alzaban su cabeza desde las aguas del río y el río era hermoso, era diáfano. Se leía en letra carolina lo que la alondra anuncia a los amantes, o lo que les evoca el ruiseñor en lo alto del sauce. Hablaban los perros, respondía la avutarda. No hay fronteras entre los seres. El limonero colorea con lunares ígneos el mantón de la niebla. Las luciérnagas entre la maleza escenifican los puntos suspensivos de las frases que el día dejó a medio decir…
sábado, 23 de abril de 2016
23 de abril de 1616
Despierta la mañana el chasquido del agua que ha saltado por la ventana al azotar piedras y arena. Le responde la imprecación que provoca y el gañido del perro alcanzado que huye en dirección a Francos, dobla la esquina, desaparece. Calle del León. Asciende un carro del que tira una mula lunática que ha heredado el ojo que le falta al arriero. Las maderas crujen bajo el peso de unos cuantos sacos, los herrajes chirrían. Del hedor nacen blasfemias. Un mirlo se detiene a trajinar por las trazas y fugaz emprende el vuelo con una lombriz columpiándose en el pico.
jueves, 21 de abril de 2016
PRUNUS TRILOBA - memorias, 4
Quien dibuje un círculo y se inscriba en su centro ha perdido el contacto con lo que le rodea. No lo ve cuando mira porque cuanto existe ha dejado de estar dentro del trazo que cercena la existencia. Solo se encontrará a sí mismo quien se considere el núcleo, el resto vivirá a sus espaldas. Como vivían el granado romano, el níspero gótico y los gatos renacentistas en este abandono antes de que llegara Ella. La que me plantó junto a la puerta, me cuidó, me quiso como quería a todo lo viviente. Una planta más, un ser entre seres.
martes, 19 de abril de 2016
PRUNUS TRILOBA - memorias, 3
Deja el río de lucir sus aguas cristalinas, los setos se llenan en días de viento de bolsas de plástico que nadie se acerca a retirar, los insecticidas acaban también con los zumbidos. Va enmudeciendo la voz que habla en las aguas, dentro del bosque, por los campos. Animal se convierte en un insulto y su valor o se mide a peso o resulta despreciable. Y conforme calla la armonía no se instaura el silencio, sino los ruidos. Mecanismos, motores, aparatos empiezan a vociferar su idioma ilegible. Mis ramas y mis flores también enronquecen. Quizá por eso Ella me cuida.
sábado, 16 de abril de 2016
PRUNUS TRILOBA - memorias, 2
Cuando está receptiva, aunque no se acerque a mi breve remolino de color, los días extienden sobre el jardín su mantel de celebración. Si oigo que llama a los gatos por el nombre, les riñe por las aventuras nocturnas, les acaricia el lomo al escabullirse. Si la veo hablar con los jacintos de poesía barroca, peinar el repeinado, avivar los colores. Si sé que estudia el movimiento de los insectos, la cadencia del canto de las aves emboscadas, el dibujo de las sombras sobre la hierba… Si está atenta a cuanto ocurre en nuestro mundo, todo de repente cobra sentido.
jueves, 14 de abril de 2016
PRUNUS TRILOBA - memorias, 1
A diferencia de los animales,
cuya contemplación exige pérdida de libertad, en nuestro reino el jardín no
supone humillación. Antes al contrario, se diría que es antes un invento
nuestro que de los humanos; más evolución vegetal que idea de los cuidadores.
Igual que ellos han alcanzado con el paso de los siglos conceptos más dignos,
como el de democracia, nosotros hemos culminado en el jardín el camino de
perfección. Y al igual, ay, que ellos traman recesiones y liberalismos para
mancillar logros, nosotros también sentimos como retroceso algunas perversiones
de nuestro paraíso, como el jardín municipal y el pipicán.
martes, 12 de abril de 2016
Dietario de sensaciones, 12
Un té a media tarde es una bola de cristal que todo lo sabe, pero que ha decidido no adivinar nada. Dejarlo en suspenso. En el ámbar líquido se concentran los designios del universo, las maravillas, los conocimientos, las contradicciones. Se diría que el té lo conoce todo. Por eso nada le inquieta. Salvo una galleta de avena, que si se desmigaja en su interior, ambos —galleta y líquido— se funden como amantes encandilados. Nada más necesita meditar el té sobre el mundo. De ahí la paz que entrega cuando humea en la taza. Cuando regala la quietud que acerca.
domingo, 10 de abril de 2016
Dietario de sensaciones, 11
Es la noche la que desvela los colores verdaderos. No los colores con los que se rodean las cosas, ni los colores con los que se ocultan, tampoco los colores que decoran el mundo a cada instante con un matiz novedoso. No las palabras de colores que se oyen y hasta se dicen sin pensar al ir por la calle. Ni los gestos de colores que de tan aprendidos se repiten sin que nadie los solicite ni digan ninguna verdad. Tampoco los colores que visten, ni siquiera los que desnudan, para disfrazar el auténtico color. El que revela la noche.
viernes, 8 de abril de 2016
Dietario de sensaciones, 10
Soñolienta, la luz. Grisácea. El cielo, el mar. Las gaviotas graznan. Sentado en la mesa del café, junto a la cristalera, veo un paisaje moteado por la huella de las gotas de las últimas lluvias, que aún no han limpiado. El periódico en una esquina, la taza de té mediada, el cuaderno abierto en una página en blanco. La pluma, dormitando a su lado. Nada se mueve en la arena, salvo las olas, obstinadas, y las gaviotas, nerviosas. Y yo, como la hora y la playa, aletargado. A la espera de que entre por la puerta y despierte la tarde.
miércoles, 6 de abril de 2016
# 552 oiɿɒƚɘib ,yɒnƨo⅃ ɒǫɒM
Un razonamiento no vale más ni menos que el papel moneda. Ambos sirven para lo mismo: que algo pase de una mano a otra. Certifican pertenencias. Y no lo hacen ya por certidumbre ni convicción, sino únicamente por cantidad. La razón, sin embargo, no se vende; compra. Los argumentos son el papel moneda que somete voluntades. Es la libertad que las encauza. Las autopistas se alzan como gran monumento a la racionalidad. Para escribir quedan los prefijos: lo asistemático, lo irracional, lo desorientado. Cuando el convencimiento se convierte en sinónimo de conquista, solo se intuye una huida: el pensamiento desleído.
lunes, 4 de abril de 2016
# 551
A lo que queda por nombrar nadie lo ve. Y en el no oír un nombre, hasta lo innominado se desconoce a sí mismo. Se confunde con la nada, siendo algo. No hay confusión más absurda. Convierte a un inocente en reo de la galería de los penados a perpetuidad. Y como nadie lo ha nombrado se le atribuye idéntica condición a la que posee lo que ha perecido, existiendo aún. Y en el no ser leído su nombre ignora dónde habrá de darse la vuelta, cuándo tendrá que alzar la mirada, cómo sonará el lugar que replique sus pasos.
sábado, 2 de abril de 2016
# 550
Como más reales se perciben las calles de una ciudad es con su ausencia. El olor de la fritanga a mediodía, el vocerío perpetuo, la incomodidad del tráfico, la dureza del empedrado. Donde no están se huelen, se oyen, se disfrutan tal como nunca se olieron, ni se escucharon, ni seguramente produjeron gozo alguno. Solo con no caminarlas, la seducción de las calles crece. Su incertidumbre se añora; la posibilidad —ilusa— de que entre tantas cosas que ocurren sobreviva algo. Y solo ahora, cuando sucede el mayor acontecimiento, que es que nada pase, la nostalgia de lo nimio las engrandece.