Deja el río de lucir sus aguas cristalinas, los setos se llenan en días de viento de bolsas de plástico que nadie se acerca a retirar, los insecticidas acaban también con los zumbidos. Va enmudeciendo la voz que habla en las aguas, dentro del bosque, por los campos. Animal se convierte en un insulto y su valor o se mide a peso o resulta despreciable. Y conforme calla la armonía no se instaura el silencio, sino los ruidos. Mecanismos, motores, aparatos empiezan a vociferar su idioma ilegible. Mis ramas y mis flores también enronquecen. Quizá por eso Ella me cuida.