JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS

sábado, 28 de septiembre de 2013

Erin / y 11 Cill Eruelo - Killerosmall [y 800]


Un ratito dublinés le convierte a uno el río Liffey. Pintor nocturno, se esmera con el puntillismo de las luces sobre su lienzo negro. También las bibliotecas, que conservan la madera al pie de los estantes y el austero banco que devolvía a los libros vida. Los mercadillos callejeros, donde se siguen voceando las frutas igual que en el Ulises. Deidad común también es la cerveza. Más difícil cometido tiene el pedazo de grasa que se fríe en la sartén y arrasa digestiones. La taberna como emblema. Recorro Temple Bar y solo entro en un café vacío que se traspasa.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Erin / 10 Trinity


Cada vez más las librerías parecen bares. Los libros se muestran charlatanes, ruidosos, ensordecedores. Colores tan chillones. Agresivos. Sensación de que no van a parar de hablar. Como en las discotecas, donde todos conversan lo que nadie consigue oír. Añoro las viejas librerías de libros dormidos. Polvorientos. Silenciosos. Las palabras necesitan silencio para expresar. Cuanto más silencio acumulen unos versos, mayor será el estremecimiento de quien los pronuncie. El silencio es consustancial a la palabra. Es difícil comprender esta condición, una vida rara vez da para ver la soledad que un libro necesita. Porque solo quietud y olvido otorgan densidad.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Erin / 9 Wilde 1896

Insomnio del prisionero C.3.3 en la cárcel de Reading

Como las cucarachas, el helor asciende por los muros del presidio e, igual que en mi cuartucho de estudiante del Trinity, congela desde las paredes el mismísimo aire. Nadie crea que el frío es silencioso. Berrea en la boca misma del oído su odio a la calma. Su aborrecimiento de la quietud. Aquel pasmo de ventana encarada al norte y esta gelidez de encierro, ¿entumecen igual el alma? Bajo las mantas el sueño de la vida se resumía en una frase de Symonds: It was a powerful and masculine emotion. Tantos años de vida, ahora, se reducen a una tachadura.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Erin / 8 Howth


Si al mirar por la ventana contempla una mañana despejada, el paisajista de cielos de Howth considera festivo el día. Si hay nubes, toma caballete, silla de tijera, maletín y paraguas, y se dirige hacia el puerto. Allí raras veces se le ve levantar la cabeza. Coloca en el suelo un espejo donde observa la nubosidad. Luego mezcla azules, grises y blancos que esparce en el lienzo. Cuando los ojos regresan al espejo, el modelo es otro. Rehace colores, volúmenes. Al compararlos nunca resultan iguales. Una y otra vez empieza. En ocasiones, si no sopla el viento, concluye un cuadro.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Erin / 7 Ulysses


He stood at Fleet street crossing 
J.J. 

La cristalera del restaurante de la jarley lo convierte en una pecera. Peces de alberca. Pez tigre. Primer plano de tigresa, enfundada en exacta piel, escote de bandeja de té, dándole con el tenedor, tan tierna, un pedacito de pizza al niño con pajarita de colores. Tigretón el maromo, vista perdida, deshaciéndose con el calor de la cocina, camperas de punta que se afilan para alcanzar el embrague de la moto que no alcanza. Cada mesa un remolino de peces sobre las migas que lanza un colegial desganado. Lo contrario de querer cenar cuando me detuve en la calle Fleet.

martes, 17 de septiembre de 2013

Erin / 6 Newgrange


Esculpe cada invierno un círculo de la espiral que se cierra sobre sí misma siguiendo los pasos del hilo de las horas en torno al huso. Los cielos de piedra, la ira de la tierra enjuta, el clamor de las ventiscas. Una vuelta sobre uno mismo, arropándose. Senda que se abisma en el bosque impenetrable. Golpe de viento que turba la columna de humo sobre la roca de las incineraciones. Una aflicción hasta el amanecer que ilumine el rostro de los muertos. Y cambie de sentido la espiral, una dulce claridad que ilumina desde el horizonte, abriéndose mientras se cierra.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Erin / 5 Glendalough


Sobre el lienzo de agua, la ladera vierte sus verdes directamente, sin mezclas en la paleta. No los oscurece con las sombras ni los combina con la noche. La noche ya llegará por sí misma para zanjar la sesión de pintura. Pinceladas escuetas e impregnadas de color se funden con otras dilatadas, crecientes, con los pelos casi desnudos de pintura. Cada trazo evoca la urdimbre de la fronda en el bosque. Una mancha de blancos, las paredes de la casa; un ángel rosa, sus jambas. La asimetría ordena la visión y la mirada puede prender en cualquier lugar del cuadro.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Erin / 4 Beckett


Murmullos, pasos indecisos, chasquidos de entradas que se rasgan. Un timbre. Traqueteo de butacas que se bajan. Otras que precipitadamente se suben para dejar paso. Frufrú de ropas que rozan, que se desprenden, que se doblan. Dos timbres. Carraspeos, crujir de papel que se abre, se arruga. Alguien lo lee entre susurros. Runrún sordo de respiraciones. Tres timbres. El sonsonete se interrumpe. Un instante suspendido entre el antes y el esperado después, que aún no llega. Se hace lo oscuro en la platea. En el escenario. Casi en el alma. Una tos repentina. Rumor de traseros acomodándose. Silencio. Una luz.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Erin / 3 Dublín


Nadie recoge los colores cuando se va. Si ha de irse, ni siquiera se dará la vuelta. Así se quedan los sueños. El sol los despinta. La lluvia los reblandece. El frío los arranca. Pero permanecen. Sin que les importe cubrirse con el polvo del ambiente o la indiferencia de los transeúntes. En la ciudad solo cuenta el alma de neón que parpadea sobre una fecha. El único significado es el que cruje recubierto de papel celofán. Y que solo a lo nuevo se le reconozca historia nos deja, a lo abandonado y a mí, huérfanos de nuestra única posesión.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Erin / 2 Belfast


Con su vestido nuevo de flamantes franquicias en calles peatonales Belfast gira y gira gustándose, tan guapa busca mostrarse como cualquier ciudad a donde alguien quiera ir. Los pendientes nuevos de plata que apuntan a los cuatro vientos al bailar convierten la cueva del chatarrero en un jardín. Iracunda, exasperada siempre, la grisura del cielo la otea indiferente. Llovizna, pero Belfast sigue rotando, entusiasmada frente al espejo roto de su pasado, mientras bajo las faldas que ruedan volátiles la mirada únicamente busca zurcidos de la ciudad descosida que aún late en el nombre. Los jirones también de quien la observa.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Erin / 1 Tara


La colina de Tara señorea en la llanura con el verdor de sus laderas. El idilio que mantiene el prado sin fin con los cielos de piedra eleva su altura, o quizá sean las nubes que en su tránsito se inclinan para tumbarse sobre la hierba. Como en ningún otro lugar la historia es aquí tan presente como invisible. No quedan sillares truncados ni altas cruces, solo surcos circulares donde se alzaron las empalizadas con sus signos. Un dibujo infantil sobre una cartulina arrugada. Y como niño que busca un duende, me descalzo para sumergirme en el verde, incansable, oleaje.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Septiembre


Las uvas alargan el verano. Todo el sol condensado en su azúcar. Los días de mercado lo sujetan a los palos que sostienen los toldos. Aún hay quien se empeña en comprar una camiseta de tirantes para que no escape el calor. En el poema que el muchacho escribe bajo la sombra de un castaño la tarde tiene ojos lánguidos. La mira pasar sin atreverse a decirle nada. Niñas y niños hacen cola en un columpio para imaginar que alcanzan el cielo con su tecnología. El crepúsculo deja la letra de un nombre en cada ventana abierta a su frescor.

martes, 3 de septiembre de 2013

Becqueriana / 30


Las flores se visten con tejidos leves, tan delicados, y con colores joviales, tan excelsos. Solo poseen vestuario de verano. El calor las hipnotiza. Les da intensidad, fragancia, belleza. Absorben la luz con descaro. Es su territorio. Su conquista. Por ellas, por su levedad y colorido, existe el resplandor. Lo saben. Su vida eterna —se diría— se compone de momentos efímeros. A veces brevísimos días, instantes casi fugaces que tejen unos con otros lo que permanece. También las palabras que las nombran comparten esta condición. Florecen en la mirada de quien las lee y se marchitan guardadas en los estantes.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Becqueriana / 29


A veces el río se echa el chal sobre los hombros del puente que lo cruza. La corriente desaparece. La arena de la orilla. Los juncos altivos. Los sauces bonachones. Los reflejos. No queda nada en el paisaje, salvo la lana húmeda que el cielo olvida en el valle. Es como si uno cerrara los ojos. Pero los abre con las palabras. Sobre aquella rama que hace las veces de trampolín hay posado un mirlo. Una golondrina inicia un vuelo rasante para beber. No se ve nada y se ve todo. Como si el chal dejara los hombros al descubierto.