Tras los puntos suspensivos que deja una persiana bajada o en el paréntesis que abre una cortina siempre hay alguien que observa cómo nos besamos. Ella es feliz, dedicándose solo a la artesanía de los besos. A mí me deja el papel de vigilante. Escruto los ruidos que llegan desde el interior del piso para evitar a su madre el feo de descubrirnos y controlo el lugar desde donde nos espía algún vecino. Ya ni puedo concentrarme en la tarea y casi más satisfacción obtengo al imaginarme la suya, solitaria, escondida, tan íntima, cuando así nos retorcemos en el balcón.
JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS
▼
jueves, 27 de junio de 2013
miércoles, 26 de junio de 2013
Persuasión
—No, en esta tarifa no puede ser.
—¿Tarifa? ¿Quién habla de tarifas? Se trata de amor.
—Llámalo como quieras.
—Lo que te propongo es una manera más alta de amar.
—Igual por eso es más cara.
—Dinero, dinero. Yo solo hablo de amor.
—A la persona equivocada.
—¿Equivocada, por qué? ¿No me brindas tu cuerpo? El placer que tienes ahí reservado para mí. Lo quiero.
—La tarifa va antes.
—¿Algo antes que el amor?
—El orden es muy importante. Me lo decían en el colegio, de niña.
—Venga, por favor. Hagámoslo así en nombre del amor.
—Nací tonta del bote.
lunes, 24 de junio de 2013
La mañana de San Juan
Quien saltó el fuego y sintió cómo se le chamuscaban las perneras del pantalón duerme ahora tumbado sobre la arena. Cascos, latas, bolsas y colillas ardieron en la misma hoguera en la que intentó besar a una muchacha que se despedía en ese momento con amabilidad. El tiempo queda así varado entre las dunas. La madera de los sueños convertida en el polvo blanquecino que la brisa esparce por el aire. Y donde la llama fue avivada con deseos, cuarteados tizones, rescoldos aún humeantes. Ceniza cuanto se pronunció para ensalzar la noche. En las zarzas, las moras aguardan que despierte.
viernes, 21 de junio de 2013
El verano
El silencio deja unas gotas de agua sobre la hoja del níspero en las que se zambulle el primer rayo de sol de la mañana. Así se inaugura el verano. Las alondras picotean en los taludes del camino. Los mirlos acechan el brillo de las cerezas desde los muros de piedra. La brisa remueve los álamos altos y un algodón blanco nieva sobre la hierba. Las tomateras crecen al paso de las cañas y llenan de pecas rojas la luz. La flor del calabacín luce su vestido de volantes. Los ojos se encandilan ante el cuadrado luminoso de las ventanas.
miércoles, 19 de junio de 2013
Patriota
Aquel que se fija en el guijarro huido del parterre. Lo identifica en la acera, entre colillas. Lo sitúa en el centro de un objetivo imaginario y a partir de entonces no hay otra realidad en la realidad de una calle céntrica de la ciudad, a una hora comercial. Se acerca. Felino. No le quita ojo al pedazo de granito. Despacio flexiona la rodilla y levanta la pierna derecha medio palmo. La suelta con fuerza. La puntera de la bota impacta en la piedra. Saliva luego la mano y con la palma trata de limpiar la mella en el cuero.
martes, 18 de junio de 2013
Paternidad
«Tu padre, tu padre… En alguna parte guardo una foto suya», me dice al fin, después de que se lo pidiera un millón de veces. «Aquí está, acabáramos. Toda tuya. Puedes enmarcarla. Ya ni me acordaba del careto. Valiente imbécil». De su mano sale volando una polaroid que cae justo al lado del cubo de fregar. Que está lleno. Me encierro en mi cuarto a mirarla. La camisa a cuadros se le sale del pantalón, es lo único que veo porque entre lo borroso de la toma y la barba su rostro se queda en nada. Ese desconocido, mi padre.
domingo, 16 de junio de 2013
Pareja
La jaculatoria de la bombilla apenas alcanza a cubrir la espalda desde la mesita de noche. Como un eco, el espejo exterior del armario refleja un raro planeta en mitad de las sombras. Jadea el tráfico de la tarde al otro lado de la persiana echada, y a este. El jergón atiende a los movimientos igual que las guijas de una senda en un jardín abandonado. El tipo palmotea frases sin sentido entre breves aullidos. Fastidiada por la carrera que le acaba de hacer en la media con una uña rota, la mujer ensaliva su índice para tratar de detenerla.
viernes, 14 de junio de 2013
Becqueriana / 18
De pronto he entendido por qué escribes lo que escribes, Gustavo Adolfo. Hay quien dice que son cagadas de mosca sobre el papel. Los que creen que no es buen poeta quien no ponga en aprietos al maestro tipógrafo por las existencias de la caja alta. Otros opinan que si lo escribiera su hija en el colegio llegaría con las manos coloradas por dos buenos palmetazos, pero si lo escribe en casa, benévolamente se ha de perdonar. Ahora lo comprendo, Gustavo Adolfo, escribes solo para aquella alma, una y única, que al leerte siente un levísimo sobrecogimiento. Para nadie más.
miércoles, 12 de junio de 2013
Becqueriana / 17
¿Bajamos a la biblioteca?, me propones. Las nubes realizan por el cielo el paseo de los jubilados y el viento se ha entretenido en alguna taberna del puerto donde anoche descargaron unas cuantas cajas de vino de Madeira. Es un buen momento para leer. Nos atropellamos un poco por las escaleras, algo avergonzados, claro, porque descendemos hacia la seriedad de una biblioteca. El jardín. Leer la letra pequeña de las petunias, memorizar las metáforas de color de las rosas, recitar la sonoridad de las camelias, deletrear el azul de las nomeolvides. ¿Subimos a la hemeroteca?, te propongo luego. Pillín, dices.
lunes, 10 de junio de 2013
Becqueriana / 16
Las buganvilias cantan siempre en voz alta estribillos subidos de tono, como son ellas, hermosas y descaradas. Las peonías interpretan melodías de tonos suaves y letras tímidas que al entonar algunas palabras de confidencia alteran un ápice su color. A los alhelíes les gustan las canciones modernas, simples y animadas, aquellas que sus pétalos pueden bailar despreocupados. Las prímulas aprecian las tonadas algo clásicas, con ensoñaciones y laberintos en su fraseado. El magnolio, cuando florece, elige antiguos himnos griegos que permanecen vivos en los ojos de mármol de las estatuas. La camelia, toda dulzura y sensibilidad, canta fados al atardecer.
sábado, 8 de junio de 2013
Sackville Street
Estremecimiento, Vita. Una heliconia en Bloomsbury, en este vertedero de niebla y espesor grisáceo. Una heliconia de siete pies espondeos y uno moloso como el broche que da esplendor a la seda de un vestido. Poema que no caligrafía palabras, sino colores. Carmesí anaranjado con reflejos verde limón. Un poema, Vita, compuesto con el esplendor cromático de jadeos y de gemidos. De clamores. Una flor para el amor, tu poema. Un poema para el amor, tu flor. Es difícil pronunciar palabras cuando al recitármelo pronuncias los acento —cada color— con la yema del dedo sobre mi pecho. Vita, un escalofrío.
jueves, 6 de junio de 2013
Newburgh Street
Las noches de verano dejo la ventana subida. Un palmo. Hasta la altura de la jardinera. Mi idea es que las plantas filtren el aire de la ciudad y lo esparzan por el cuarto con un ápice de su fragancia. Son ideas teóricas, porque lo único que cuela la ranura son retazos de conversaciones entre quienes van en busca de un milagro hacia el pub de la esquina. No puedo decir que no me dejen dormir, porque mi insomnio es capaz de señorear hasta un lunes de febrero nevando. Antes diré que ese poema fragmentado ameniza las soledades del verano.
lunes, 3 de junio de 2013
89 años sin Franz Kafka (díptico de EscayoLA)
1
Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz aKfka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz aKfka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz aKfka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz aKfka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz aKfka. Franz Kafka. Franz Kafka. Franz Kafka.
2
2
El tiempo no tenía límites para su dicha amorosa
FK
El tiempo se había quedado
áptero. Una mosca, quizá, aplastada con un periódico doblado contra el cristal.
El exoesqueleto, tal vez, abandonado por la libélula. La ooteca vacía de una cucaracha,
es posible. El tiempo había recobrado su pasado mineral. Un guijarro, quizá,
aún no convocado para ser camino. El hueso despellejado de un muñón granítico, tal
vez. El suave avanzar de la duna, es posible, sobre el bosque de pinos jóvenes.
El tiempo, los dos lo sentían, era lo único que en el abrazo se hallaba
ausente. La dicha, el vértigo, el aliento… los convertía en dioses. Sin
límites.
sábado, 1 de junio de 2013
Bedford Square
Demasiado elegantes. Y severas. Esas casas grises, idénticas. Salvo quien ha pintado de rojo la puerta. Tamaño idiota. Seguro que lleva el pelo oxigenado. Gafas de pasta gorda. Pantalones verdes. Verde mermelada de ciruela. Dios, si lo estoy viendo. ¿No será su padre el tipo de la puerta roja? Quién lo sabe. Esas ventanas como tableros de ajedrez sobre la mesa justo antes de empezar el campeonato del distrito. Me llenaron la cabeza con lo de que tenía posibilidades. Aquel tipo me vapuleó. Y ahora conozco a una chica y me cita en esta plaza, tan demasiado elegante. Para mí.