Desde la casa en la que vivieron juntos unos meses en Berlín Dora Diamant y Franz Kafka, en 1923, se oye el paso de los tranvías que suben y bajan por Munzstraβe. El edificio, situado en una calle tranquila y discreta, tiene planta baja, tres pisos y buhardillas. En su fachada se abren siete ventanales por nivel, coronados en el primero —éste también más alto— y segundo por una moldura rectilínea y escalonada, muy elegante. Observo estos detalles mientras oigo que pasan los tranvías «con groseros ruidos de viento, y sonando como relojes estropeados». Así los describió Kafka en 1910.