En la primera tablilla del Poema de Gilgameš, éste, al conocer la existencia de una bestia humana, envía a la prostituta Šamhat para que se desnude en el lugar donde abreva junto a los bovinos. Siete noches yacen juntos. Al cabo de las cuales él quiere regresar a la vida anterior; la mujer le desvela su esencia: «Ahora eres un hombre civilizado, Enkidu… / ¿por qué quieres correr en la estepa con los animales? / Ven, te conduciré a la ciudad de Uruk». Uruk, acaso la primera ciudad civilizada, a la que llegaban los hombres de la estepa, purificados por el sexo.
JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS
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martes, 29 de enero de 2008
viernes, 25 de enero de 2008
Pequeña odisea
—Por favor, me puede indicar dónde encuentro un ejemplar de La Odisea.
—¿Quién es el autor? —pregunta el joven dependiente con naturalidad.
—Homero.
—Homero… —repite y se inclina servicial sobre el ordenador. Teclea. Medita. Vuelve a teclear. Se rasca la cabeza. Levanta la vista de la pantalla— Pero, ¿ese nombre va con hache o sin hache?
—¿Homero? Va con hache.
—Ajá, ¡aquí está! —exclama con júbilo, se da la vuelta encarando el otro extremo de la librería y vocea a grito pelado— Julia, guapa, búscame el libro de un tal Homero, que está por tu sección. Se escribe con hache.
—¿Quién es el autor? —pregunta el joven dependiente con naturalidad.
—Homero.
—Homero… —repite y se inclina servicial sobre el ordenador. Teclea. Medita. Vuelve a teclear. Se rasca la cabeza. Levanta la vista de la pantalla— Pero, ¿ese nombre va con hache o sin hache?
—¿Homero? Va con hache.
—Ajá, ¡aquí está! —exclama con júbilo, se da la vuelta encarando el otro extremo de la librería y vocea a grito pelado— Julia, guapa, búscame el libro de un tal Homero, que está por tu sección. Se escribe con hache.
jueves, 24 de enero de 2008
Guillermo Carnero recita en la Biblioteca Regional de Murcia
Es alto y didáctico: nos habla como si fuéramos alumnos de primer curso. Parece natural su simpatía, sin embargo uno intuye detrás una convicción sobrevenida con la edad: que también necesita aquello que tanto detesta —los demás. Esta impresión personal, y no su afabilidad, le hace más simpático para mí. Lee bien y mal. Bien porque transforma su voz, que adquiere el espesor y la gravedad que no muestra al hablar. Y mal porque, pese a que se quita las gafas profesorales y sus ojos prometen agua y luz, se queda siempre fuera del poema. Lo ilustra, no lo encarna.
lunes, 21 de enero de 2008
Cosas de la administración educativa
A veces creo que la literatura y el arte le llevan al pensamiento convencional de la sociedad más o menos unos ochenta años de adelanto. Es decir, hoy entre los políticos triunfan los movimientos literarios y artísticos de los años 20; en especial el surrealismo. El surrealismo impuso en la literatura lo mismo que la administración educativa persigue en su legislar. ¿Qué es lo difícil de un poema? Su significado. Pues quitémosle el significado al poema. ¿Qué no saben hacer los adolescentes? Hablar y dividir. Fuera lengua y matemáticas. La decisión onírica e irracional es la racionalidad de nuestros legisladores.
viernes, 18 de enero de 2008
La escritura
Village at the Water’s Edge, de Roger de La Fresnaye (1910)
¿Cuánto tiempo hace que escribo? El sol parece haberse contagiado del cansancio de mi brazo. Levanto la vista y sigo viendo caracteres esparcidos por el suelo, en las copas cobrizas de los cerezos secos y caracteres trazados en el cielo con la tinta blanca de las nubes que guían el camino de la pluma. Hasta las moscas, las avispas, las mariposas acuden al presente para dictar su existencia en el cuaderno. Mi cabeza lo quiere anotar todo, pero mis dedos la engañan como el soldado veterano que despierta al novato para que cubra su imaginaria y él pueda seguir durmiendo.
jueves, 17 de enero de 2008
Otoño en Carlisle / 5
OTOÑO EN CARLISLE V
[Sala de espera del Philadelphia International Airport PHL]
Para Nat Gaete
Los abrazos y adioses son pasado.
Los abrazos de bienvenida son
un deseo en los rostros que no expresan
deseo. Pienso sólo tonterías
que escribo en un papel cualquiera: éste,
con sello del aeropuerto. El margen
da para describir los huecos, ruinas,
un tiempo sin la cualidad del tiempo.
Tampoco cuando entre en el avión
ha de empezar mi viaje. Un viaje
requiere movimiento, luz, paisaje.
Creeré que regreso cuando nunca
he salido de mí mismo. O quizá
no haya un mí mismo donde volver.
[Sala de espera del Philadelphia International Airport PHL]
Para Nat Gaete
Los abrazos y adioses son pasado.
Los abrazos de bienvenida son
un deseo en los rostros que no expresan
deseo. Pienso sólo tonterías
que escribo en un papel cualquiera: éste,
con sello del aeropuerto. El margen
da para describir los huecos, ruinas,
un tiempo sin la cualidad del tiempo.
Tampoco cuando entre en el avión
ha de empezar mi viaje. Un viaje
requiere movimiento, luz, paisaje.
Creeré que regreso cuando nunca
he salido de mí mismo. O quizá
no haya un mí mismo donde volver.
martes, 15 de enero de 2008
Historia de un cuaderno
En la primera página quise copiar un cuarteto de Wang Wei; aquel que empieza En el monte vacío no se ve a nadie. Era un domingo de primavera que me pareció propicio para empezar mi cuaderno. Tras preparar la pluma, quise ver el cielo para inspirar la caligrafía. Me asomé a la ventana: delante se alzaba un bloque con cientos de ventanas abiertas tras las cuales trajinaban mujeres, niños y hombres en camiseta. Un estrépito de voces confundidas se replicaba ecoico en el patio, mezclado con el volumen de televisores y aparatos de música. Regresé al cuaderno, y lo cerré.
domingo, 13 de enero de 2008
Días de playa (el poema del 13 de enero)
Para M.
Un parque en Bellaterra, un mirador en la Arrabassada, unas manos que se encuentran en una calle de Perpignan, el jardín de un castillo del Loira, la tumba de Baudelaire en el cementerio de Montparnasse, un restaurante en Harlem, un fenicular en Río de Janeiro, la judería de Venecia, un chiringuito de playa en Comillas, las callejas de Oporto, los soportales de Bolonia, la plaza de Vic, un poema en Collioure, Petra, una mañana con Rafael en Málaga, la tienda de postales en Montpellier, una necrópolis etrusca en los alrededores de Roma, el lago de Matignano, un bosque en Viladrau.
«Las sombras», de José Antonio Muñoz Rojas, (Pre-Textos, 2007)
A pocos meses de cumplir los cien años, José Antonio Muñoz Rojas da a la imprenta un nuevo libro entrañable de poemas en prosa que, desde «la profundidad de los años» indaga en Las sombras: la de la madre cuya presencia faltó, aunque «Una mano misteriosa que en el instante último se ha interpuesto… —No, por ahí no»; la de los personajes de su niñez («Tu mano no me soltaba»), desdibujados en la memoria; y el continuo milagro de las palabras: «Me cogéis de la mano cuando menos lo espero con vuestra mano ingrávida y a perderse se ha dicho».
Piano desechado
Me miro las manos. Los dedos demasiado anchos, aplastados. Deformes, agrietados, torpes; no los reconozco. Las falanges torcidas, los nudillos abultados, las yemas amarillentas, uñas sin cortar. Cuando partí de Gong mis dedos eran delgados, mi tacto preciso, mis uñas brillaban. Era capaz de atar una cuerda tan fina como el ala de una mosca. Mi padre me dijo: «Tus manos son tu vida». Las observo y me admiran sus palabras. Mis manos son, como las teclas de este piano en el vertedero, las de un muerto, como Kông Què, a cuyo campo de cerezos no he entrado para deleitarme.
viernes, 11 de enero de 2008
Bloguerías
Montse, un blog es comunicación, claro, aunque no siga protocolos rígidos, como ocurre fuera de la red: entre un periódico y un libro de poemas, nadie se equivoca sobre el modo de comunicar. Aquí todo es más confuso. Antes de abrirlo anduve días navegando. Leí blogs de personas que contaban su vida cotidiana para sí mismas con la conciencia de que al hacerlo establecían una relación con lo escrito que no me pareció muy distinta a la de la poesía. Eso fue lo que me animó: haría lo mismo con mi escritura. Pero tú lo describes mejor en tu carta.
jueves, 10 de enero de 2008
El tiempo
*
Habrá fallecido Kông Què. Renqueante, quejoso cuando yo era un chaval. La mañana de Año Nuevo se colgaba en el pecho una medalla con la que por la calle amenazaba darnos un coscorrón sólo porque nos relamíamos al soñar con las cerezas que crecerían en sus árboles durante la primavera. A mi edad sé que de los huesos de Kông Què hace lustros que un gusano no saca ni una pizca de carne, pero al ver sus tierras, que tanto mimaba, convertidas en un vertedero, he sabido que también ha muerto cuanto significó para la aldea a la que regreso.
martes, 8 de enero de 2008
Otoño en Carlisle / 4
OTOÑO EN CARLISLE, PA IV
[De regreso a Carlisle, 25 de octubre, mientras adelantamos un camión de Iowa en una autopista de Pensilvania]
Para Cristina Cabral
En mañana de día laborable
con cielo limpio, sol —y bosques rojos
como fotografías que la ilustran
desde los márgenes de la autopista—
el furgón del Dickinson deja atrás
grandes camiones, puentes o desvíos
que admiro y ensalzo como maravillas.
Enumeramos, dentro, algunos títulos
descubiertos en una librería
de Harrisburg, enorme y solitaria.
Paisaje y libros abren un paréntesis
que… ¿lo sabremos comprender mañana,
cuando los días laborables traigan
la rutina de otras autopistas?
[De regreso a Carlisle, 25 de octubre, mientras adelantamos un camión de Iowa en una autopista de Pensilvania]
Para Cristina Cabral
En mañana de día laborable
con cielo limpio, sol —y bosques rojos
como fotografías que la ilustran
desde los márgenes de la autopista—
el furgón del Dickinson deja atrás
grandes camiones, puentes o desvíos
que admiro y ensalzo como maravillas.
Enumeramos, dentro, algunos títulos
descubiertos en una librería
de Harrisburg, enorme y solitaria.
Paisaje y libros abren un paréntesis
que… ¿lo sabremos comprender mañana,
cuando los días laborables traigan
la rutina de otras autopistas?
lunes, 7 de enero de 2008
Otoño en Carlisle / 3
OTOÑO EN CARLISLE, PA III
[En Gettysburg, donde en 1863 se libró la batalla decisiva entre unionistas y sureños, con miles de muertos]
Para J. A.
Las moscas, dijo allí Jesús Aguado.
Un infierno de verdes moscardones
donde mirábamos tan complacidos
hierba, árboles altos, setos, mármol.
Ningún insecto revoloteaba
las losetas con número de muertos
desconocidos; ninguna molestia
frente a los monolitos funerarios.
Las moscas —repitió entonces Jesús
Aguado porque nos veía ver
tan confiados el cielo azul, los bosques
carmesíes— las moscas, los cadáveres,
van siempre de la mano como padre
e hijas. ¿Quién las ve? Todo tan pulcro.
[En Gettysburg, donde en 1863 se libró la batalla decisiva entre unionistas y sureños, con miles de muertos]
Para J. A.
Las moscas, dijo allí Jesús Aguado.
Un infierno de verdes moscardones
donde mirábamos tan complacidos
hierba, árboles altos, setos, mármol.
Ningún insecto revoloteaba
las losetas con número de muertos
desconocidos; ninguna molestia
frente a los monolitos funerarios.
Las moscas —repitió entonces Jesús
Aguado porque nos veía ver
tan confiados el cielo azul, los bosques
carmesíes— las moscas, los cadáveres,
van siempre de la mano como padre
e hijas. ¿Quién las ve? Todo tan pulcro.
sábado, 5 de enero de 2008
Pequeño cuento de la noche de Reyes
Ha empezado a nevar. La ventisca amenaza con volarle el sombrero. En la avenida vacía aparece, cuando ya se desesperaba, aterido, un taxi. Alza la mano cuanto puede, brinca y el vehículo le responde con el intermitente derecho. Dentro, a salvo, revisa distraído la cédula del conductor. Vaya, se llama usted Baltasar. Para servirle. Como el Rey Mago. Perdón. Decía que se llama usted como uno de los Reyes Magos, el…, bueno, Baltasar, hoy, 5 de enero, estupenda coincidencia, ¿no le parece? No soy cristiano. Bien, perdone, no quería molestarle. Oh, no se disculpe; circulaba en esta dirección de milagro.
¿Para nadie?
Olvidaba, Federico, defender el nihilismo del blog. No es retórico ese «para nadie»; tampoco es cierto que sueñe con princesas o pensionistas pendientes de él. En la ideación del blog, éste se libera de la carga del lector contemporáneo. En otras épocas, el lector fue encarnación de una clase, un crítico, hasta un funcionario de la censura. Hoy, un lector es básicamente un comprador de libros. Un factor económico. Un cáncer. Pero el blog no necesita —aunque las precise el escritor— visitas, no son determinantes para que exista, a diferencia del libro, cuyo editor necesita creer que alguien lo comprará.
viernes, 4 de enero de 2008
Otoño en Carlisle / 2
**
OTOÑO EN CARLISLE
[Appalachian Trail]
Para Mark Aldrich
Junto a la senda de los Apalaches,
en un claro de bosque —el aire frío
cuando mina las pocas convicciones
que sustentan las hojas en las ramas—
vi aplastada por un cuerpo enorme
y ausente la maleza alta, seca,
en el lugar que los ciervos eligieron
para pasar la noche. Su presencia
en forma de un gran hueco entre las hierbas
me atrajo con la fuerza y desmesura
de aquello que sin ver lo presentimos.
Quise, ingenuo, atraparlos con la cámara
cuando, en la carretera, la manada
cruzó luego, fugaz, la ventanilla.
OTOÑO EN CARLISLE
[Appalachian Trail]
Para Mark Aldrich
Junto a la senda de los Apalaches,
en un claro de bosque —el aire frío
cuando mina las pocas convicciones
que sustentan las hojas en las ramas—
vi aplastada por un cuerpo enorme
y ausente la maleza alta, seca,
en el lugar que los ciervos eligieron
para pasar la noche. Su presencia
en forma de un gran hueco entre las hierbas
me atrajo con la fuerza y desmesura
de aquello que sin ver lo presentimos.
Quise, ingenuo, atraparlos con la cámara
cuando, en la carretera, la manada
cruzó luego, fugaz, la ventanilla.
Destino
Cuando la patrulla se detiene frente al bloque de apartamentos, el dueño del bar nocturno les dedica una mueca de fastidio: «¿Será posible?, han vuelto a llamar los de arriba». El policía contempla el edificio a oscuras —abandonado fuera de temporada— salvo un globo que brilla entre las cortinas de la ventana del primer piso, justo encima del único local abierto a esas horas. Antes de que entren, el dueño ya le ha dado un bajón al volumen en el aparato de música. «Buenas noches, agentes, ¿qué les trae de nuevo por aquí?» Sobre su cabeza, alguien sueña con dormir.
martes, 1 de enero de 2008
Pequeño cuento de Año Nuevo
Se levanta temprano para mirar el cielo. El día amanece nublado, metálico. No hay mañana más solitaria que la de Año Nuevo, piensa. Cree intuir —antes que ver— un pálido reflejo dorado entre las nubes. El sol que se abrirá paso en su vida; esas cursilerías la reconfortan. En la casa familiar le espera la comilona y las conversaciones de siempre. Después quedará con sus amigas, las del taller. Al cine. Qué asco, dice, igualito que si fuera el año pasado. Entre sus piernas pasa caracoleando un pececillo de plata. Reacciona rápido, lo aplasta con la zapatilla: feliz año, bicho.
A propósito de los equipos de fútbol
Alberto: el Barça no es «emblema de fracasados», sino de mesiánicos: vive más de crédito que de realidad. Un hipotecado de por vida. Por eso me gusta el Español. El equipo de quienes sólo aspiran a ir tirando. Si sale bien, fiesta; si no, destino. Se parece más a la vida que el Barça, por eso tiene menos socios. El Español es un mago que dice: ahora sacaría una paloma del sombrero, si tuviera sombrero. El Barça se compra un sombrero reluciente, traje caro, luces, azafata en minifalda, gran teatro... ¿y si luego no sale la paloma que nunca sale?
«Lecciones de tinieblas», de Patricia Runfola [1951-1999] (Ed. Bruguera, 2007)
Libro denso, envolvente, lleno de presagios; con narraciones que se entrecruzan, algunas protagonizadas por pinturas de Rembrandt, Vermeer o Velázquez; constituyen, es verdad, «una escritura del alma». Quizá el relato que más me haya impresionado sea «La vida alegre», un emblema de la propia obra: la sensación de despedida de la vida es a veces tan intensa que sobrecoge. Por otra parte, me ha derrotado la nota final. El que no encontrara un editor para su biografía de Mucha ni para este libro me llena de augurios funestos (como se diría en la época barroca, cuyo ambiente tan bien traza).
A propósito de los controles de seguridad en los aeropuertos norteamericanos
Vicente: en Filadelfia la fila se perdía en el horizonte. Me hice el longuis y traté de colarme. Un tipo que de niño había soñado con ser el sheriff de su pueblo salió vociferando para informarme de que el final estaba mucho (mucho) más allá. Miró mi pasaporte una poli latina. Bajita, morena: lo que allí llaman una latina. Tras escudriñarlo me preguntó la fecha de nacimiento. Se la repetí. Dijo que esa edad no se correspondía con mi aspecto. Que parecía mucho (mucho) más joven. Si no estuviéramos en una cola... nunca me habrían dicho tal piropo de seguridad.
«Diario de un mal año», de J.M.Coetzee
Acaso porque —como su personaje, el señor C— ya no tenga «la fortaleza necesaria», puesto que «Para escribir una novela tienes que ser como Atlas, cargar con todo un mundo en tus hombros y sostenerlo durante meses y años», Cotezee aborda la notable pérdida de intensidad narrativa de su última novela mezclando la trama con pequeños ensayos en una triple secuencia simultánea. Pese al interés de las opiniones, no dejan de ser lo que son. Uno de los personajes le acusa de ingenuo y optimista, y acaso en esta novela, con carta de final feliz, por primera vez lo sea.