De tener que construir algo útil para la raza humana, asunto harto improbable, diseñaría un túnel vertical y un convoy que lo enfilara vertiginoso rumbo a los magmas ígneos del centro de la tierra. No con la pretensión de enviar allí a la pequeña multitud que aguarda arracimada el tren a estas horas, qué va, sino para lo contrario, por salvarla de estas agónicas esperas. La convicción de que nunca llegarían a ninguna parte en tren alejaría a los seres humanos de las estaciones, de las que huirían asustados, y los retendría en sus pequeñas huertas, junto a los corrales.