No debería estar aquí sentado en esta silla, sino ahí afuera, vigilando el piso franco donde llegan los fardos de lo que luego sale en bolsas. Perfectamente sé que no se puede ser ladrón y policía al mismo tiempo, pero me gusta venir a este comedor en apariencia tan inocente y sentarme a la mesa y esperar a que la vieja que lo habita como tapadera me traiga un café. Tampoco creo que sea cosa de dinero. El dinero llega y se va. Es otra necesidad más íntima. Sin doble vida, sin el filo permanente, sin errores, quién siente vivir.