Un tímido sol les hurta grisura a
las nubes nómadas de la mañana, restos del temporal. La cordillera del Canigó,
en el horizonte, luce una cresta nevada. Los almendros solitarios desbordan la
carretera con flores diminutas que se apiñan para formar, desde lejos, una
única flor. La casa encalada abre los ojos somnolienta cuando el olor a cerrado
la abandona. El mantel que extiendo en la mesa lleva aguardando todo el
invierno para sentir esta alegría. Febrero se prueba vestidos blancos frente al
espejo. Da vueltas para ver cómo giran sus volantes. Sueña con los colores que
nunca ha visto.