Un cartelito inane, en una calle por la que nunca antes se ha transitado, sugiere de repente otra cotidianidad. Y al mirar hacia la ventana es el reflejo de uno mismo lo que se ve tras los visillos, con una taza de té en las manos, dándolas calor, y los ojos prendidos en la lluvia que no cae en Haworth; tarde de nubes obesas que se pavonean por un cielo extraído de la paleta de un mal pintor. Y el verso en el que esté pensando le deja a uno pensativo. Una casa en alquiler invita siempre a otra vida.