Esta mañana, en el quiosco, veo colgada una novela de Auster que no conozco. ¿Por qué lo abandoné? Buena pregunta. Ni recuerdo cuándo pensé que leído iba al mismo cajón que lo no leído. Quizá me entretuviese, pero ¿quién necesita pasatiempos en una época tan entretenida? Lo mismo con Tabucchi —delicia en 50 páginas; tortura en 250— y con ciertos autores españoles de cuya obra me duele hablar. Resulta curioso: el mercado realza a quienes mezclan literatura con otros ingredientes (historia, geografía, sociología, periodismo) —les hace parecer mejores—, pero a quienes se nutren sólo de imaginación literaria los tritura.