JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS

martes, 15 de octubre de 2024

Fugas / 09



Cuando alza la persiana del taller el mecánico y de repente la luz de la calle lo inunda, el color de las legañosas paredes hace esfuerzos por mostrarse con una apariencia que sea digna de su nombre. Hay tuercas por el suelo, una columna de neumáticos usados, restos desperdigados de paños blancos rebozados en grasa negra y un brillo amargo en el pequeño charco de aceite donde se ha hundido el pavimento de indefinidas baldosas. Enciende a continuación un cigarrillo y tras unas caladas rápidas lo deja caer y lo aplasta, con prisas porque en ese instante empieza el cántico.

jueves, 10 de octubre de 2024

Fugas / 08



En el carro del supermercado que utiliza el recogedor de chatarra para transportar los objetos metálicos que encuentra abandonados por las calles o tirados a la basura hay una vieja cafetera, una plancha usada y un artilugio extensible para tender la ropa. Bajo la marquesina donde se ha refugiado de la intensa lluvia aguarda pacientemente a que cese para continuar con su recolecta. Mira con ojos de estar viendo otro paisaje, tras la cortina de agua, diferente al que ambos contemplamos. De hecho, si me fijo bien, también puedo ver un lugar que no está delante. O así lo creo.

sábado, 5 de octubre de 2024

Fugas / 07



En mitad del erial, que cualquiera llamaría desierto, encuentro dos columnas de hormigón que no llegaron a sostener techumbre alguna. Ladrillos por el suelo, entre los que crecen matorrales, y un saco petrificado de cemento. Restos que con el tiempo han adquirido el mismo color parduzco de la tierra y de la vegetación reseca. Me siento sobre mi mochila, entre las columnas tal vez levantadas para sostener el pequeño porche de una casa soñada, y observo con qué parsimonia la nada se extiende alrededor. Un lugar ideal para contemplarla. Maleza, piedras, ondulaciones, insectos, silencio. No poder construir aquí la mía.

martes, 1 de octubre de 2024

Fugas / 06



En los anales policiales se le recuerda como inventor de un sistema de interrogatorio a detenidos que obtenía un cincuenta por ciento más de confesiones que los métodos habituales. Desarrolló un retorcimiento sistemático de las preguntas sobre el delito que dejaba al acusado con escasas opciones de responder mediante evasivas. Se le denominaba en los tratados el método salomónico; título que a él siempre le molestó porque ni se llamaba Salomón ni conocía a nadie con ese nombre. Cuando asuntos internos se hizo cargo de su caso, tiempo después, lo que peor llevaba era la ineptitud inquisitiva de los inspectores.