Las máquinas hablan para sentirse
hablar. Son seres ensimismados. No lograron aprender música porque jamás han
oído nada que no sea ellas conversando consigo mismas. Desconocen lo que es un lamento,
una caricia, un silencio, aquello que necesita ser escuchado. De ahí que parezcan tan cargantes como las personas que las imitan, las que solo hablan para oírse.
También máquinas. Lo que define una máquina, la incapacidad para detenerse a apreciar el
canto de un pájaro, el batir de una ola sobre la arena, la sinfonía estival de
los grillos. Quien no ha oído la pinaza crujir bajos sus pasos.