Viajar es unas veces aguardar trenes, autobuses, esperas en aeropuertos idénticos, caminar por lugares desconocidos interpretando un mapa ininteligible, oír hablar una lengua y no comprender ni siquiera el más elemental saludo… Y viajar es también, en otras ocasiones, quedarse quieto. Donde uno esté. Cerrar los ojos y sentir en la piel una hilera de hormigas avanzar por donde unos dedos se deslicen. Y oír un gemido y conocer su significado. Y abrir los ojos y descubrir cómo la luz se filtra entre cabellos extendidos y juega a construir las más asombrosas visiones. Viajar es entonces encaminarse hacia uno mismo.