Sobre el tendido eléctrico los pájaros revelan la partitura musical de la mañana en la pared donde la sombra del primer sol los dibuja. Si emprenden el vuelo, su escritura se expande por el cielo y se convierte en un morse que transmite urgentes citas de Heráclito en el frontispicio del mediodía. Entre las ramas, su piar menudo inaugura la tarde con la métrica hexasilábica de una canción tradicional donde una muchacha habla de amores emboscada entre las hojas de las metáforas. Y al anochecer, aves oscuras describen con la caligrafía de los encuentros el instante de entrelazar las manos.