Nunca he sentido nostalgia los domingos por la tarde ni cuando acaban las fiestas, aunque siempre tuve un leve pesar al final de agosto. Un recuerdo que me queda de niño. Tras pasar un mes entero lejos de la ciudad, en el campo, la familia emprendía la tarea de recogerlo todo e iniciar el gran viaje de regreso. Aquellos días aprendí algo sobre el ciego caminar del tiempo, al que nada le importa que uno esté bien o mal. Él, a lo suyo. Descubrí con melancolía que el tiempo no solo quita tiempo, sino, y sobre todo, nos arrebata lugares.
JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS
▼
jueves, 31 de agosto de 2017
martes, 29 de agosto de 2017
Teoría de la brevedad \ 2
El ojo que no pestañea, ¿no ve cuando nos está mirando? El ojo quieto sobre el trípode. Mudo, aunque registre el sonido. ¿Nos estará escuchando cuando nos oiga? No hay nadie dentro ni fuera de la cámara; ella, ciega que ve y muda que oye. ¿Ojos, oídos de quién? La has colocado donde nadie nos ve. No te he dicho nada. Pero me he preguntado si es la misma soledad que sin ella. ¿Es la misma intimidad? Has dicho que sí. Lo argumentas: es como un circuito cerrado. No entiendo, he musitado. La intensidad no se pierde, continúa sin nosotros.
viernes, 25 de agosto de 2017
Coro de ausentes | GLOSA
Cruza el bosque
por las sendas donde los jabalíes
han removido las raíces
y la maleza borra
la tierra apretada por la memoria
de los caminantes. La acémila
le sigue con dificultad.
Los cascos
rebotan con un ritmo
pausado. Como el de su andar.
El hombre de los tintes
de vez en cuando se detiene
en un claro. Desata
el barreño,
que por el suelo traza círculos
en la hojarasca.
Suelta los sacos, los que guardan
los colores que mima. Ocres,
granates y dorados.
La mula busca brotes verdes
entre la hierba seca.
La tarde se resiente de la herida.
miércoles, 23 de agosto de 2017
Coro de ausentes | CALIGRAFÍAS
A veces llueve. Otras, el sol se tumba
sobre el llano. Baldeo con el cubo
que ha de limpiar las losas. Pasan nubes
para que existan nombres en el cielo:
cirros, estratos, cúmulos. Las flores
que impregnan con aromas los instantes.
Matas, breñas y árboles, arbustos.
Hay hormigas, hay ciervos y una águila.
Caminos de guijarros, un talud
con florecillas, puentes de metal
por donde pasan cóncavos los trenes.
Sopla el viento, a veces. Otras, vibra
la americana al son de la ventisca.
O nieva en las páginas del libro
donde despacio, lento, con cuidado,
camino por la blanca porosidad.
lunes, 21 de agosto de 2017
Becqueriana / 115
No siempre las cartas cruzan distancias hasta que llegan y son abiertas y leídas. No siempre invierten horas, días, en el trayecto, y no siempre el tiempo separa la mano que las escribió y los ojos que se descubren en los renglones que leen. Hay cartas instantáneas. Cartas, porque se escriben, aunque no utilicen palabras que están en el diccionario. Instantáneas, porque su desprecio del tiempo las convierte en recíprocas. Quien la escribe es quien la lee, y quien la está leyendo es quien la ha escrito. Cartas en las que mandar y recibir se funde en el mismo gesto.
sábado, 19 de agosto de 2017
Las Ramblas
Barcelona cuenta con dos ríos. Ambos distantes, desangelados, inútiles para un paisajista. Pero nunca ha echado en falta uno que atraviese la ciudad regalando perspectivas. Tiene Las Ramblas. Torrente que sube y baja al mismo tiempo, metáfora viva del arroyo que fue. La conversión en cauce de quien pone un pie en el paseo arbolado es más inmediata que la del guijarro que se lanza a las aguas. El caminar se cede a los andares pausados de la multitud. Y el caminante experimenta la sensación de estar. No en cualquier parte, sino en Las Ramblas. Un río. Hoy, una elegía.
jueves, 17 de agosto de 2017
Coro de ausentes | PERMANENCIA
Estar. Sin otra cosa
que hacer. El viento insólito
que admira un mar en calma.
La nieve que disfruta
en lo alto del día
sereno. Solo estar.
Sin preocupación.
Pájaro entre las ramas
que canta la belleza
de la nada. Las olas
que salpican las aguas
que la arena absorbe.
Estar y al estar, ser.
Paloma, campanario,
guijarro, brisa, fuente.
Ajenos al correr,
a la premura, afán,
ansia. Canción que entona
una niña que baila,
asceta en el jardín.
Botes de la pelota
contra la tapia, el niño
que juega en un estadio
de naranjos. Estar.
Viviendo lo que es.
martes, 15 de agosto de 2017
Coro de ausentes | MIRAR
El cielo encierro en un cuadrado.
O mejor, en un cubo. Cada vez
que rueda por la alfombra de los días,
se detiene y exhibe diáfano
una cara. La miro.
Vuelve a girar. Se inmoviliza.
La contemplo. Voltea.
Se para.
La observo. No repite cara el cubo
que muestra el cielo porque la mirada
nunca es la misma. Cada instante
nace en la cara que descubro
en la imagen del cielo
que miro, nunca en el mirar.
Por eso la mirada es otra,
es siempre diferente a la que vio
el cielo que precede.
Hablo del tiempo que me vive.
domingo, 13 de agosto de 2017
Teoría de la brevedad \ 1
Y me dejo fotografiar. Sentada, con la taza de café en la mano y una sonrisa compuesta en los labios. La tarde se disfraza de compañía de titiriteros que anuncia su espectáculo por toda la plaza. Nada parece ocurrir más allá de sus cantos interrumpidos por exclamaciones de alegría. Visten de naranja. He tenido que sostener el gesto mientras encuadraba y después agradecer su guiño de agradecimiento. No entiendo qué más ha ocurrido. El oleaje de la multitud se lo ha llevado con su cámara. De este lugar quedará un instante que no ha existido cuya existencia se podrá demostrar.
miércoles, 9 de agosto de 2017
Dietario de sensaciones, 34
Los poemas eróticos empiezan en las puntas del cabello y cuando concluyen los pies se sienten plumas de ave. En su inicio congregan un caudal de lenguajes capaz de desbordar cauces e inundar cualquier terreno, pero conforme avanzan van perdiéndolo. Desaparecen las palabras y los ojos se cierran. Se simplifican también todos los gestos y solo queda en el rostro un único signo. Las manos se convierten en intérpretes de una sola nota y el poema se deshace en las sábanas como un hielo fuera de la nevera, sobre el mármol. Es cuando los versos resultan más intensos, menos literarios.
lunes, 7 de agosto de 2017
Becqueriana / 114
Lo imita la cigarra en tardes de verano entre matas de salvia. La alfombra de pinaza que cubre el bosque de coníferas cuando al caminar por encima los pasos van recordándolo. El canto de la abubilla, oculta entre las ramas, lo evoca con mayor dulzura. El agua que baja por el arroyo, algo precipitada, le copia ímpetu y resonancia. La pequeña cascada en el desnivel del terreno perfecciona el duplicado que imagina su despeñarse y de nuevo encontrar el cauce. Lo presagia la voz cuando regresa al bosque de los símbolos y los brazos cuando empiezan a rodear la cintura.
sábado, 5 de agosto de 2017
Dietario de sensaciones, 33
A primera hora de la tarde las palabras están tumbadas en el sofá. Unas ven una película en blanco y negro; otras leen un libro con un pájaro y una flor dibujados en la cubierta. Hay algunas que se han levantado y he oído cómo batían algo en la cocina y luego un aroma a delicia antigua ha inundado la sala. Veo también otras que se preparan para salir a pasear, con gorra, gafas de sol y camiseta. O las que regresan, que van subiendo por la escalera. Hay quien piensa que las palabras están en el diccionario, qué ingenuidad.
jueves, 3 de agosto de 2017
Un ovillo en el Laberinto
Una blusa con corazones bordados. De color verde desvaído. Algo grandes, quizá. ¿Quién la habrá elegido? Camina despacio, en línea recta. Sonríe. También cuando avanza sola por el pasillo. Si la llamo, sonríe con un gesto aún más abierto. «¿Has visto al dire?», le pregunto y su sonrisa responde que está en su despacho. Y continúa por los corredores que tan bien conoce. Cuando ya no la veo continúo escuchando el chasquido del bastón abriéndole paso. Sonríe, pero está triste. Se va, ya se lo han dicho. Es difícil saber qué significa tristeza para quien solo ha aprendido a sonreír.
martes, 1 de agosto de 2017
Dietario de sensaciones, 32
Hay un momento en el que el agua pierde su habitual serenidad. Dan ganas de bajar a la farmacia para comprar algún medicamento contra la tensión, aunque sería más fácil desconectar el fuego de la cocina, claro. El agua empieza a inquietarse. Tiembla. Una erupción de mínimas burbujas le cubre como eccema todo el interior. Sufro por su estado. Pienso en una crema para la piel, pero arruinaría el sabor. De repente empieza a dar saltos, ¿serán de alegría? No da tiempo a averiguarlo, inmediatamente le lanzo dos bolsas de té verde con limón. Y dejo que vuelva a serenarse.