JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS

martes, 31 de enero de 2017

# 576 oiɿɒƚɘib ,yɒnƨo⅃ ɒǫɒM


Quizá hoy sea la mañana en la que los rótulos informativos de la estación hayan dejado de funcionar. La palabra «destino» se vea tan abandonada como una muñeca en el armario de una joven. La lista de nombres de lugar y horarios se quede en blanco, que es un fondo negro en el que no aparece ninguna letra blanca. Tampoco la voz disciplinada de la megafonía acuda a solventar el desconcierto. Los puestos de información permanezcan con la persiana bajada. Las taquillas no hayan abierto. Y, sin embargo, cada pocos minutos llegue un tren y parta, nadie sabe hacia dónde.

jueves, 26 de enero de 2017

# 575


No hay casi nada en el interior de un instante. Apenas ha dejado algo atrás e idéntica nimiedad le aguarda por delante. Mecanismo que repite con indiferencia un proceso. Un engranaje que solo emite chasquidos regulares como prueba de que está en marcha. De que rueda. Sin que se sepa qué genera su discreto latido. O cómo urde la secuencia insignificante de instantes esa permanencia a la que denominamos vida. La esencia que tuvieran desaparece pronto, la densidad se va evaporando, el relato del que formaban parte quedó deshecho, un manuscrito anegado un día de crecida. Y, sin embargo, perdura.

martes, 24 de enero de 2017

# 574


En la calle mojada, sobre las losas que la lluvia ha charolado durante la tarde, quedan las huellas de mi caminar, un rastro opaco en un mar de brillos. Al girarme por casualidad, las he visto y me he detenido a observarlas. La línea que he recorrido en el espacio llega hasta el lugar donde estoy y desde donde veo la ausencia de cualquier línea hacia delante. Reflejos en la humedad de la piedra que mezclan los colores de rótulos, marquesinas y fachadas sin que nadie los haya pisado. Así concibo la vida cuando me paro a contemplarla. Ese instante.

domingo, 22 de enero de 2017

# 573


Baja el río con los bolsillos de su gastada gabardina llenos de piedras. Recuerdos de la agreste montaña donde nació, unas. Rocas que arrancaba en los parajes por donde fue joven torrente al que nada detenía. Emblemas de las llanuras por donde ha transitado silbando canciones de moda con el hatillo al hombro, otras. Minerales de colección que se llevaba de paseo cauce abajo, a los que proporcionaba, además, un nuevo aspecto, suave y elegante. Llega el río a su desembocadura con el macuto lleno de guijarros. Tantos que los confunde, a veces, antes de quedarse con las manos vacías.

viernes, 20 de enero de 2017

# 572


Es el espacio el que crea las palabras. Son el espacio y el deseo. Lo que rodea, lo enmarcado, lo que fluye cuando pasa la corriente río abajo y alguien se queda contemplándola desde el puente con el pensamiento absorto. Lo que dice entonces, esa expresión. También la que se pronuncia sin acertar a veces en el sonido, entre los cañaverales, a mitad de un abrazo, cuando los dedos se esparcen por la nuca y la mano se aferra a la cintura. Una palabra, casi gemido. Lenguaje con el que se comprende lo incomprensible. La vida, quizá. Cauce y anhelo.

miércoles, 18 de enero de 2017

# 571


Solo me sosiego cuando descubro que no importa si la casa donde estuve cenando esa noche era en este o en aquel edificio, en esta o aquella manzana, ahí o en otra calle, tal vez en esta vida. Si el Café donde tantas tardes humearon amontonadas como la hojarasca abría sus puertas aquí o era más allá, quién sabe, si después de que el hábito me condujera durante tantos años ahora ya ni siquiera soy capaz de determinar un punto, ni pensándolo. Pero en realidad, tampoco importa, porque el pasado pertenece a la imaginación. Es el contenido de la fantasía.

lunes, 16 de enero de 2017

# 570


Los sueños empiezan al despertar. Despliegan la energía necesaria para ponerse en pie. Desde el espejo le recuerdan a la persona que mira quién es. Porque un sueño exige a alguien que lo sueñe. Con voluntad, con carácter, con convicción, con insistencia y con alegría de soñarlo. Son la luz que vierte la ventana sobre el pensamiento con el propósito del pintor que elige sus símbolos en la paleta de los colores claros. La armonía que se distingue y recrea entre los sonidos. Las palabras con las que se comprende cuanto acontece. Es la certidumbre de que la vida existe.

sábado, 14 de enero de 2017

Maga Losnay, dietario # 569


La vida está fuera y está dentro. Está en lo que transcurre y en lo que no ha ocurrido. En las conversaciones y en los silencios. Aparece donde todos la buscan y donde nadie se imagina que pueda estar. Se piensa la vida como una línea ferroviaria cuyas marcas sean estaciones donde se sube o baja. Nada más extraño a la vida. También los trenes corren por ella, pero la vida vive, sobre todo, por debajo y por encima, a ambos lados, muy lejos o extremadamente cerca. Es aquello que late en una palabra, en una mirada, durante un instante.

jueves, 12 de enero de 2017

Sombra C


Pensó que había tratado con sombras, o tal vez con frases pronunciadas por alguien que en realidad no era nadie. De aquel momento solo quedaba, sin embargo, lo que le habían dicho. Lo que había escuchado, aunque confundiera qué con quién. Ni siquiera un rostro ligado a una expresión. Ni siquiera un rostro ligado a nada. Sombras diluidas en la súbita llegada de un anochecer invernal. Si se hubiera ausentado el tiempo, podría no darle importancia. Amontonarlo en el desván de lo que ha pasado como si no hubiera ocurrido. Pero con tantas frases, bloques de hielo en el deshielo.

martes, 10 de enero de 2017

Sombra B


Una idea es la sombra de una voz. Estaba a punto de copiar en twitter esta frase que creía elocuente cuando recordé algo. Iba por un sendero lleno de guijarros. La molestia que notaba al andar y el rechino que producían mis pasos me incomodaban. Descubrí junto al camino una senda de arena cuya calma supuso un alivio. Aunque mi sombra se extendiera a lo largo de los guijarros, no la oía. Pensé, ¿existe un silencio más acendrado que el de la sombra de dos personas que hablan? ¿Que el de la sombra del orador contra la pared? La borré.

sábado, 7 de enero de 2017

«El sujeto boscoso» / Secuela y 3 / Sombra A


Si al observar el trazo que realiza sobre el suelo o el pavimento se considera la sombra como charco, entonces cabría definir la presencia como lluvia. Al igual que la lluvia obliga a comportamientos inhabituales del sujeto, que ha de abrir el paraguas, en el caso de que disponga de uno, o en su ausencia, ha de modificar el paso, la ruta, la posición del cuerpo y de la ropa y, sobre todo, la desatención de la mirada hacia cuanto no sea lluvia, así también cualquier presencia condiciona lo que ocurre. Y la sombra —el charco— será su olvidadiza memoria.

jueves, 5 de enero de 2017

Pequeño Auto de la noche de Reyes


—¡Que envoltorio más bonito!
—¿Para quién es, mamá?
—¡Y qué grande! ¿No es un poco demasiado grande este paquete?
—Sí, sí. Pero ¿qué pone en la tarjeta?
—A ver, a ver…
—Seguro que no es para mí.
—Aquí hay un nombre…
—¡Qué nervios!
—Aquí hay escrito un nombre, es verdad.
—Dilo ya, mami, porfa.
—Aquí pone… chan, chan… ¡Luisito!
—¡Es para mí!
—De parte de tu tío Jorge, pone en la tarjeta.
—¡Qué bien, qué bien!
—Tranquilo. No lo rompas todo.
—Mami… es… un monopatín.
—Sí, es muy chulo.
—Ya.
—Es muy… nuevo.
—Sí, pero ya tengo uno. Mi monopatín.

martes, 3 de enero de 2017

Becqueriana / 98


Los cuerpos, las palabras. Tan opuestos como parecen y sin embargo tan idénticos. El cuerpo frente al espejo abre el cuaderno de las palabras. Las palabras caligrafiadas en la piel despiertan al cuerpo, lo arrancan. Tan semejantes. Un cuerpo escribe con sus sensaciones las palabras más intensas sobre otro cuerpo. Su prosa memorialista desgrana en una caricia lo vivido y en un clamor condensa lo que siente. Una palabra provoca en la piel sensaciones que solo los cuerpos saben deletrear. Su lirismo estremece. Cuerpo y palabra, regalos del tiempo, los únicos que saben silenciarlo. Que le dan sentido al lugar.

domingo, 1 de enero de 2017

Año (dicen) Nuevo


—Bueno.
—Sí… bueno.
—Ya está.
—Sí, está.
—Aquí. Ya está aquí.
—Sí, aquí.
—Ya hemos llegado.
—Sí, hemos llegado.
—Ya podemos decir que hemos llegado.
— Sí señor. Hemos llegado. Aquí.
—Bueno.
—Sí, qué bueno.
—Bueno… mi «bueno» no era ese. No era «qué bueno». Era: «bueno».
—Ah. Sí… bueno.
—No era qué bueno.
—Era… bueno.
—Exacto. Ahora sí. Ya hemos llegado.
—Sí, hemos llegado.
—Bueno.
—No es qué bueno.
—No.
—Ah, ¿no estás contento?
—No puedo saberlo.
—No puedes saberlo.
—Exacto. Por eso digo «bueno». Bueno, ¿y ahora qué?
—Pensé que estabas contento.
—No.
—Pensé qué bueno que habíamos llegado.