Baja el río con los bolsillos de su gastada gabardina llenos de piedras. Recuerdos de la agreste montaña donde nació, unas. Rocas que arrancaba en los parajes por donde fue joven torrente al que nada detenía. Emblemas de las llanuras por donde ha transitado silbando canciones de moda con el hatillo al hombro, otras. Minerales de colección que se llevaba de paseo cauce abajo, a los que proporcionaba, además, un nuevo aspecto, suave y elegante. Llega el río a su desembocadura con el macuto lleno de guijarros. Tantos que los confunde, a veces, antes de quedarse con las manos vacías.