Me voy, has dicho y te he mirado con indiferencia. Esperaba algo más de este momento, has
añadido sentencioso. Como si una cámara te estuviera grabando. Al fin y al cabo, hemos estado un tiempo
juntos. Ni siquiera me has arrancado un trivial gesto de asentimiento. Pero
has insistido, acaso plantando unas semillas de rencor: Hay cosas que no te hubieran ocurrido sin mí y que ahora lamentarías no
haber hecho. He estado a punto de explotar, pero me he prometido que no replicaría
nada. He continuado en silencio. Algo de
cariño, o piedad. Eso quería. Y te has ido.