Tras tanto tiempo viviendo en los puntos suspensivos, en carromatos que circulan por la página con las cortinas echadas, como las otras hermanas, o unas mujeres beguinas, o el viento aquella tarde estropeaba la caligrafía del humo… Cisca se sorprendió al ver su nombre escrito con letra de la cronista sobre el pergamino del Libro de Horas. Pensó, al principio, que se trataba de un apelativo de la Romana, o incluso de un error. Cualquier cosa que la mantuviera donde siempre había estado. Pero al saberse ella misma reflejada, y no otra, sintió angustia por la pequeñez de su nombre.