Tus zapatos de muchacha que llega tarde al colegio te alejan del beso de despedida que acabamos de entregarnos como vitualla para el día. Veo aletear calle abajo tu falda de color duna diciéndome adiós con ansia de pañuelo ferroviario. Adiós le respondo con los ojos y la mano se me alza para agitarse a su ritmo. Imagino el bamboleo de tus pendientes de celosía en flor, fieles guardianes de la idea de misterio. Al poco solo me queda la mancha de pintura de tu blusa verde sobre el lienzo por pintar de la mañana. Que va a permanecer blanco.