Una trama es la sucesión de muñecas rusas idénticas, una dentro de otra, que al final, en el interior de la más diminuta, guarda en un papelito enrollado el nombre del más inocente de los personajes, aquel que no contiene en su interior ninguna muñeca repetida. En la novela de Javier Sebastián (1962) se llama Fabiola. Y sobre sus ojos risueños cae el telón hecho jirones de una monarquía y la matemática cruzada de sus servicios secretos. A la sombra de los acontecimientos de dimensiones excesivas sus novelas saben descubrir el anonimato brutal y descarnado de las tragedias no mediáticas.