Para que no me olvides, parecen decir las fotografías que unos con
otros se intercambian. A mí, sin embargo, nunca me ofrecen ninguna. Porque no
las voy a ver, deben de pensar, y aunque se equivoquen en el pensamiento,
aciertan en la idea: porque recuerdo. Solo se olvida lo que se registra en
imágenes. «¿Cómo era aquella persona?», le oigo lamentarse a veces a mi madre.
«¿Cómo has podido olvidarla?», olía a saco de avena abierto un día de lluvia y
llevaba en invierno una chaqueta de lana gruesa. «¿Cómo puedes acordarte de tantas
cosas?» Porque no las he visto.