Una mariposa aparece en el poema. Su vuelo se rige por el tiempo de otro siglo. También su geometría, que desconoce la línea recta. Asciende y luego baja para acercarse a un verso. Da vueltas en el aire, va a la estrofa del costado. No se traslada, disfruta. Uno comprende muy pronto que una civilización de mariposas jamás hubiera inventado el avión. Ni siquiera el tren. Pero sí la poesía. Y el arte. Y la filosofía. Agita los colores de sus alas consciente de la combinación cromática que provoca. Bebe de las palabras más bellas su hermosura. La leo, leyéndome.
JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS
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domingo, 29 de junio de 2014
viernes, 27 de junio de 2014
Becqueriana / 52
Los sueños se desplazan por la piel como caricias. Mecen el cabello cuando el sueño sale en plena noche con una túnica blanca para escuchar la canción del río. Enrojecen las mejillas los sueños voladores, aquellos que transitan entre estrellas que amaestran los pétalos de luz. Cosquillean en el cuello los sueños diminutos, versos despistados que de repente miran alrededor y no encuentran el poema donde nacieron. Estremecen los brazos los sueños que avanzan por un trigal, crecido y espeso, en el que las amapolas señalan el rumbo. Vibran las manos cuando sueñan que son la caricia de un sueño.
miércoles, 25 de junio de 2014
Nocturno 05
Piececitas de puzle. De un puzle que resbaló de la mesa donde lo había montado y se desperdigó por todas partes. Aun puede ser que levante la alfombra y encuentre una. La echaré al montón, ya da igual. La pieza de la barba que me roza el hombro, con las demás. La pieza de la mano en el vientre, idéntica indiferencia. La pieza del mordisquito en la oreja, insensible también a cuanto puedan después decir, ebrios por el alcohol del momento. Ni siquiera quien me besó las manos dejó un cuadradito con enganche con el que empezar a montarlo. Tampoco.
lunes, 23 de junio de 2014
Nocturno 04
Jersey rojo, asoma el cuello y las mangas de una camisa jaspeada, faldón azulado que se funde con el lugar donde se reclina. Sombrero en forma de turbante con un rosa arremolinándose en las sienes. Flequillo. Cejas pronunciadas. Ojos cansados, pero mirada vivaz. Ojeras. Labios pintados. En rojo. Intensos, solícitos. Aunque cruza los brazos ante el pecho; una mano se coge el hombro, la otra no está. El bulto del seno se carga sobre el brazo. Hierba amarilla, o tal vez cielo amarillo. Destellos verdes. Amapolas. Mejillas encarnadas. La llaman Margot. Espera, está esperando. En este punto la pintó Picasso.
viernes, 20 de junio de 2014
Nocturno 03
Apagar las luces a pedradas parece ser uno de los alicientes de la calleja, aunque no sea el más llamativo. Volcar los cubos de basura y esparcir su contenido tampoco debería ser el propósito principal, pero quien la transita ha de caminar apartando inmundicias. Así, a oscuras y entre malos olores, los bultos que aguardan en los portales incitan a un extraño paraíso. Se diría que nada noble hay en ella desde la bocacalle por donde se entra. Y sin embargo, no existe otro lugar en la ciudad donde las voces sean tan dulces y delicadas, los discursos tan consoladores.
miércoles, 18 de junio de 2014
Nocturno 02
Mientras queden espectadores rezagados bajo la marquesina, la bombillería del cine no se apaga ni la persiana se cierra sobre el vestíbulo. Son las órdenes. A veces, antes de despedirse tras un encuentro casual, le gusta a la gente comentar la película un instante o encender un pitillo. Miro entre las butacas si hay bultos olvidados, cierro puertas y apliques, y por lo general una vez acabada esta tarea ya no hay nadie en la acera. Apago. Me voy. Otro día más, tras haber visto la misma película de ayer. Por eso me asustó, al principio, aquella sombra. Inesperado taconeo.
martes, 17 de junio de 2014
Nocturno 01
No se gira para mirarla. No ya a los ojos, ni siquiera al escote. Pero puede verla reflejada en el zinc de la barra. Igual que una foto mal hecha. Desenfocada. Una mancha su vestido, los labios pintados, el peinado. Se acerca. Con cuatro cucharadas de azúcar en la voz. Ni así consigue que se dé la vuelta. Que le diga algo. Tal vez que espera a otra persona. Insiste. Lo pasaremos bien. La cabeza le estalla. Abren la nevera, ve cómo desde el recipiente de las hamburguesas gotea un líquido sanguinolento que cae sobre el cuenco de la vainilla.
sábado, 14 de junio de 2014
Cuaderno de tapas rojinegras \ 21
En este instante de la tarde en el que los pájaros renuncian al vuelo y contemplan el cielo desde las cornisas y aleros con indiferencia, en el que las abejas se adentran en el panal porque las flores quedan en el costado de las sombras, en el que el perro pastor se tumba en mitad del camino y solo pestañea como única señal de alerta, en el que los escarabajos se entierran con una decisión que no admite gusto por los colores, en el que las hojas de los árboles languidecen y su verdor añora otras convicciones. En este instante.
jueves, 12 de junio de 2014
Cuaderno de tapas rojinegras \ 20
Medio desencajada y con los cristales rotos, los herrajes de la ventana chirrían cuando trato de abrirla sin lograrlo. Tropieza su cierre. Astillas de pintura caen como escamas de un pez muerto nada más rozarlas. Sobrevuelan la estancia y brillan un instante sobre los escombros acumulados en el suelo. Tiemblan las hojas si las fuerzo. Ni yo mismo podría explicar por qué quiero abrir una ventana que ya no tiene cristales. Pero sigo intentándolo. La observo por descubrir el estorbo. Me empeño. Cuando lo consiga, me digo, habré hecho lo que otra persona hacía a diario. Aquí. Comprenderé sus gestos.
martes, 10 de junio de 2014
Becqueriana / 51
El sol va camino de otras realidades cuando escribo. En los dorados que deja sobre los edificios se advierte su cansancio de orfebre antiguo. Ha insistido un tiempo sobre cuanto se ve y a su hora guarda las herramientas en una caja metálica y emprende el camino que conduce a las montañas. A punto de desaparecer de la vista, encuentro las palabras que redacto. Ese filamento de luz última sobre el que los cuerpos bailan. El sonido a piano desafinado de las garzas en la laguna. Y el cañaveral donde se ocultan los amantes para abrazarse. Mientras las ranas croan.
sábado, 7 de junio de 2014
Becqueriana / 50
La luz lleva en la bolsa siempre un estuche con lápices de colores. Un lápiz para cada matiz. De madrugada lo abre sobre una roca en forma de mesa, y va eligiendo lápices según los paisajes van despertando. Algunos días, la luz sufre pequeños ataques de daltonismo. Se equivoca en los colores. No los distingue. Y si no tiene nadie al lado que le preste de su propio estuche el amarillo para subrayar los oros del sol, los pinta con un gris y deja el día nublado. A veces se frota los ojos, reconoce el error, y dibuja los deseos.
jueves, 5 de junio de 2014
Becqueriana / 49
Las mañanas empiezan con un coro
de ninfas cuyas voces luminosas blanquean el horizonte. Con el vuelo invisible
de una libélula sobre los nenúfares recién abiertos en el lago. Con el manto
níveo de pétalos al pie del almendro solitario. Con los circunloquios en el
lenguaje clandestino de los pájaros. Con las nubes despistadas que se
equivocaron de borrasca. Con el tránsito de las abejas que recogen gotas de
dulzor en las flores y primorosas las almacenan. Con el inquieto maullido del
gato hambriento que araña los cristales de la puerta. Con el beso que crea el
mundo cada día.
martes, 3 de junio de 2014
Cuaderno de tapas rojinegras \ 19
Besan los labios la piel de la manzana mientras los dientes resbalan por su suavidad. Y a cada intento de morderla, la fruta se defiende esquivándolos, hasta que el más incisivo consigue pinchar su escurridizo manto y los demás, con ese apoyo, logran introducirse en la carne vegetal y blanca. Y cavan la zanja que les permite arrebatar una esquina de dulzor a la perfecta circunferencia que hasta ese momento había sido. Pedazo que en la boca se transforma en néctar dorado y que la inunda y la desborda. Y yo, que contemplo extasiado la acción, limpio con un beso.
domingo, 1 de junio de 2014
Cuaderno de tapas rojinegras \ 18
Las nubes narran la mañana con una voluminosa caligrafía que no deja márgenes en el papel ni respeta el trazo de las líneas. Los pájaros convierten el cielo en una partitura de bemoles fugaces que ellos mismos se encargan de interpretar. Las copas de los árboles tienen una letra menuda, llena de arabescos casi ilegibles en la que cuentan su azarosa vida. Los rosales escriben versos delicados de punzantes epigramas que llaman la atención de quien los lee mientras una gotita de sangre le mana en la yema del dedo. El viento ensaya una obra de teatro que nunca estrena.