A Jesús Aguado
Qué inocente, barbilampiño y cortado aquel Mauricio siempre con un libro atrapado en las axilas; cuando acertaba con la pregunta, no paraba de hablar su silencio. ¿Y Máximo?, engominado, fragancia varondandi, coleccionista de marcas comerciales; solo me quiso el día que me puse un fredperri de mi hermano. Marcos era guitarrista, guapo y tenía moto; aunque me repitiera que me amaba, ¿quién podía creerle usando ese verbo? A veces me acuerdo de cómo me divertía Miguel, tanta imaginación y gracia; solo le faltaban unos centímetros en las piernas. Matías era un artista, y pretendía pintarme desnuda. Ah, mis amores impasibles.