Luis Cernuda va al cine en Coyoacán
En la parada, el tranvía traza un charco de sombra rectangular. Por ese costado se salta desde la plataforma con engaño. El empedrado hierve, pared contra pared con el infierno. Y cuando el trole empiece a echar chispas y un repentino estruendo lo aleje, el sol ya habrá anegado la avenida y la tarde. Lo veo cruzar entre carros y algún que otro vehículo que vigila de reojo. Traje de lino, camisa cruda, sombrero claro. La boca pintarrajeada del palacio del cinema está a punto de comérselo, engatusando su blancura con la grata oscuridad del tiempo sin densidad de tiempo.