Hay espejos que
favorecen la fisonomía. Es obvio que a la gente le gusta verse reflejada donde
la muestran más atractiva. Una mañana descubrí que el reloj del aparato de
radio del baño también me mejoraba bastante más de lo imaginable. Me había
levantado con el tiempo justo. Entré en la ducha y al salir le eché un vistazo.
El reloj me devolvió un simpático guiño de complicidad. No había pasado ni un
minuto desde que había abierto el grifo. Suspiré. Recuperaba tiempo. Me
comprendía. Desde aquel día ya solo conservo en casa relojes que atrasen. A
cuál más favorable.