Como un gran sombrero mexicano, al que de repente le cubriera una sombra, se sitúa la nube sobre el paseo. En el restaurante, bajo la lona que protege del sol ausente, la vida descree del parte meteorológico. Sin embargo el chaparrón, indiferente y casi despiadado, irrumpe con el aperitivo. Súbitos chorreones se despeñan de los toldos para colmar las conchas negras de los mejillones y las copas con trazos de carmín. Los clientes abandonan sus posesiones y los camareros vacían el agua acumulada sobre la cubierta con palos de escoba. Una pareja aprovecha un improvisado cobijo del aguacero para besarse.