cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
LUIS DE GÓNGORA
En la carnicería, mientras desliza el cuchillo por la pieza, el dependiente me pregunta, ¿y lo de Garzón, qué te ha parecido? Ponme un filete más, le digo, por si acaso viene algún amigo a comer. Y sonríe, porque en la crisis lo que más escucha es «más delgadito ese bistec». Qué me va a parecer. Todos, garzones de Ida; y al que se crea uno de los dioses, cuchillo de carnicero. Es lo que se ve, aunque quizá sea peor lo que simbolice: una ley ad hominem administrada desde el rencor y la prepotencia aliados. Hoy, por todas partes.